Dora Kokkinoy lo tiene muy claro. Hoy irá a votar y votará nai que, en griego, significa . "Treinta años ya está bien. Yo he sido refugiada dos veces, en 1963 y en 1974, y mi familia lo perdió todo. Es hora de acabar con esto de una vez. Hay que mirar al futuro y no al pasado", asegura. Dora votará pero, probablemente, su opción resultará minoritaria. Porque si no lo evita un milagro de última hora, el denominado plan Annan para la reunificación de Chipre, que hoy se somete a referendos separados a ambos lados de la línea verde que divide la isla, cosechará un rotundo fracaso en la parte grecochipriota (el sur) y, con ello, se irá al traste una oportunidad histórica de poner fin a una situación anómala que se prolonga ya durante 30 años.

Todo parece indicar que el proyecto, elaborado por el secretario general de la ONU será, en cambio, aprobado en el norte, la república instaurada por Ankara tras la invasión turca de 1974, que no goza de otro reconocimiento internacional que el de la propia Turquía. Pero para que el plan se lleve a la práctica requiere una mayoría favorable en ambos territorios.

La ironía estriba en que, pase lo que pase, los grecochipriotas tienen asegurado su ingreso en la Unión Europea el próximo 1 de mayo, solos o como parte de un país reunificado. Los turcochipriotas, en cambio, cansados de las sanciones y el aislamiento internacional y de vivir gracias a los subsidios de Ankara, ven con su apoyo a la reunificación la oportunidad de formar parte de un país de la Unión Europea.

Este desencaje se palpa en las calles de Nicosia, una de las últimas ciudades de Europa divididas por muros, donde para cruzar dos calles más arriba en la línea de demarcación hace falta el pasaporte.

En el norte, apenas se ven carteles con el yayir (no en turco). Las que proclaman el evet (), en cambio, están por todas partes. Y esto a pesar de que el presidente de la fantasmagórica y empobrecida república turca, el veterano Rauf Denktash, rechaza el plan. Animada por el primer ministro, Mehmed Alí Talat, la población parece haberle dado definitivamente la espalda.

La puntilla final

En el sur, una zona mucho más próspera y moderna, se ven por todas partes enormes carteles con el lema oxi (no en griego). Los del nai también están, pero casi hay que buscarlos con lupa. El presidente del país, Tassos Papaedopoulos, no ha hecho más que lanzar diatribas contra el plan propuesto por la ONU, pero la puntilla final la dio el jueves el partido Akel (comunista), mayoritario en el país, teóricamente favorable a la reunificación, pero que optó por el no por discrepar del plan de la organización mundial.

La sensibilidad se percibe a flor de piel. "La Unión Europea no tiene ningún derecho a presionarnos. Si se convoca un referendo es para que se respete la decisión de la gente", nos dice, con el ánimo muy excitado, Andreas Kannaouros, un veterano periodista. Kannaouros hace referencia a las palabras del comisario europeo para la ampliación, Günter Verheugen, que acusó públicamente a Papadopoulos de haberle "engañado" y de impedir el acceso de los representantes internacionales a la televisión estatal.

La ONU asumió un riesgo al someter el plan a referendo. Pero, si los pronósticos se cumplen, el problema lo recibirá la UE, que incorporará a sus filas un país mutilado. En la delegación de la Comisión Europea en Nicosia había ayer caras largas. Parecía un funeral, antes incluso de que los médicos hubieran certificado la defunción.