Es mediadora intercultural en CAREI. Llegó a España hace 19 años, según cuenta, detrás de un amor. En Zaragoza trabajaba su marido y a la ciudad se trasladó desde Guinea-Conakry, donde estudiaba Ciencias Económicas en la universidad con 24 años.

Hoy se celebra el Día del migrante. ¿Celebra usted algo?

En realidad, yo no me siento como una migrante.

Ah, ¿no?

Es como si estuviera, en este mismo momento, en mi casa. Estoy a gusto, he aprendido muchas cosas. En algunos momentos se me olvida que estoy fuera.

¿Cómo la acogió Zaragoza?

Con los brazos abiertos. Considero que la parte negativa es mínima. Prefiero pensar que hay más personas buenas que personas que rechazan.

¿Qué es lo más difícil de la integración?

Primero, el idioma. Si no lo conoces, olvídate. Hay muchos que no se toman el tiempo de escucharte, aunque te estés esforzando. Me pasó el día que llegué al aeropuerto, cuando intentaba comunicarme en inglés o francés. Pensé que en mi país me podrían haber recibido en mejores condiciones.

¿Ha cambiado la forma de integrar a los migrantes en la actualidad?

Se ha mejorado muchísimo. Ahora, España está más concienciada con la llegada de inmigración.

Precisamente para ayudar en el proceso existe la figura del mediador cultural. ¿A qué se dedican en el CAREI?

Somos el puente entre centros educativos y familias inmigrantes. Trabajamos con los niños recién llegados durante la acogida, en la integración en los centros, les explicamos el modelo de sistema educativo que tenemos aquí...

¿Y qué hay de la inmigración irregular?

Los gobiernos de los países de origen no toman medidas para controlar lo que está ocurriendo. Un ejemplo es mi país. Si el Gobierno pusiera medidas, ningún crío se lanzaría en cayuco para venir a Europa, para matarse tirándose al agua. Si después de terminar unos estudios superiores, porque la mayoría de los que vienen desde Guinea los tienen, te tiras al mar, será porque no estás muy a gusto… Si ahora en las estadísticas vemos que hay más guineanos que cruzan el mar es por lo que está pasando allí.

¿Qué está pasando en Guinea-Conakry?

El 18 de octubre se celebraron elecciones; antes y después de ellas hubo disturbios y muertos en varias protestas. Por otro lado, en Guinea sigue habiendo violaciones a mujeres, mutilaciones genitales femeninas... Existen leyes, pero los gobiernos no las hacen cumplir. Y desde Europa nos ponemos una venda en los ojos. No es porque no interese, hay españoles y embajada en Guinea. ¿Por qué no se habla en la radio, en la tele, en los medios? Desde la Asociación de Mujeres de Guinea hemos preguntado en qué se puede ayudar…

Las mujeres… ¿Cuál es su situación en África?

Todavía falta mucho. Queda un proceso larguísimo para que el feminismo llegue allí. Somos las mujeres las que podemos cambiar el mundo, pero siempre hay un pero. Desde que empezamos hemos encontrado actitudes contrarias de mujeres desde que nacieron. Eso es en lo que hay que actuar. Ven que las que queremos cambiar la situación somos diferentes, alguien a quien los blancos 'están cambiando la mente'… Es muy duro. Hay hombres que me han amenazado por teléfono porque sus hijas, nacidas y estudiando en España, iban a ser casadas con 16 años aquí.

¿En España?

Hablas con la madre y te dicen que es lo que les han enseñado, que si no la casan entonces se echan novio y se pierden… El tema del feminismo es todavía muy difícil en África. Pero está llegando, ya hay grupos trabajando. Las activistas, las valientes, porque nos considero valientes, tenemos que intentar darnos la mano y crear una cadena para que haya una comunicación con proyectos y ayudas entre África y Europa.

Puede que a veces pensamos en África como un solo país.

Cuando vemos África pensamos en el folclore, que allí es muy respetado. El baile, la vestimenta, las fiestas … ¡Pero más allá de eso tenemos buenos escritores o ingenieros! Y cuando viene una persona de Guinea debemos ver lo positivo. Que además de hablar francés, la lengua oficial de Guinea, hable también el pulaar, que es mi lengua de origen. Es lo positivo de vivir la interculturalidad.

Los gallegos tienen ’morriña’ cuando están lejos del hogar. ¿Existe el término en pulaar?

Existe Wulaa, echar de menos la tierra.