Fue el último eslabón del éxito en el medio fondo español. Ya retirado, aconseja a los novatos cómo empezar a correr. Pasó por Zaragoza invitado por Caixabank y corrió la 10K, en la que acabó tercero.

—¿Qué hace ahora Reyes Estévez?

—Después de terminar la vida de deportista de élite, estoy más métido en el ámbito de entrenador. Empecé a colaborar con Caixabank en entrenamientos, acudiendo a las carreras que patrocinan por toda España para dar charlas y consejos sobre cómo empezar a correr.

—¿Cuál es el primer consejo?

—Lo primero es tener ganas, tenerlo claro. Hay gente que empieza a correr y, por no saber cómo afrontarlo, al tercer día lo dejan. Es una carrera de fondo, hay que tomarlo con calma y convertirlo en un hábito. No se trata de ir un día y pegarte la panzada.

—Quiere decir que se trata de saber que no pasa nada por correr dos minutos el primer día.

—Claro. Hay que ir poco a poco, no hacer más de lo que puedes.

—El cambio ha sido enorme en el running popular. ¿Se lo imaginó?

—Es verdad que cuando yo empecé no veías a casi nadie corriendo por la calle, pero es que es un deporte muy fácil de hacer. Solo hay que tener ganas y unas zapatillas. Cuando logras crear el hábito te engancha.

—¿Cuánto cuesta engancharse?

—Yo lo abandoné un par de años cuando dejé de ser profesional y me costó unos tres meses volver a coger el hábito. Digamos que los primeros cien días hay que ir con mucha calma. Si hay que andar, se anda.

—¿Lo echa de menos?

—Sí. Los deportistas siempre pensamos que podríamos haber alargado un poco más la carrera. Yo tenía claro que el último 1.500 lo iba a correr en el Europeo de Barcelona en el 2010 porque ya veía que los jóvenes me superaban, es ley de vida. Podía haber probado el 3.000 o el 5.000, pero ya no me veía para estar a un nivel competitivo alto y tampoco me veía participando para caer en eliminatorias o hacer resultados malos.

—¿Afecta psicológicamente?

—El cambio es muy fuerte. Yo era profesional ya con 15 años y es verdad que cuando lo dejas notas un vacío. La aureola de gente que llevas siempre al lado desaparece. También las competiciones, el gusanillo, la adrenalina… Es algo que nadie te cuenta, pero que llega.

—¿Cómo va el atletismo español?

—Nos acostumbramos a tener muchos éxitos, a valorar lo que no es medalla como que no existe. Si te quedabas cuarto, por ejemplo, a dos décimas del podio, nadie se acordaba de ti. Eso a mí me ha pasado.

—¿No volverán esos tiempos?

—Creo que hay una buena hornada de atletas, que hay un nivel alto, pero falta alguien que dé el salto y llegue a los metales. Hay un nivel muy fuerte, pero ahora nos damos cuenta de que lo que nos parecía normal, no lo era. La última medalla al aire libre en 1.500 es mía del año 99. En conjunto hay un buen grupo de gente que puede llegar, pero necesitan apoyo, patrocinadores… Si no hay compensación económica, la gente decide tirar hacia otros lados.