Adela Vicente, vecina de Torres de Berrellén, ha cumplido con creces el confinamiento establecido desde el mes de marzo y semanas después sigue con la misma actitud positiva con la que empezó gracias a la ayuda recibida de las auxiliares del centro del día, que han sido su luz en unas semanas tan oscuras.

—¿Ha sido difícil estar en casa tantas semanas?

—Estaba ya acostumbrada a no ver a mucha gente porque soy mayor pero la verdad que se pasa mal porque la soledad es muy triste. Solo he visto a las chicas del centro del día, para las que solo tengo palabras bonitas y que, si me hacía falta algo, me lo han traído y me han ayudado mucho. Me duchan, me pintan las uñas, me ayudan con la medicación y me hacen la compra.

—¿Ha recibido más ayuda externa en su día a día?

—El ayuntamiento me ha ayudado con las comidas ya que nos han facilitado a las personas mayores que antes íbamos a comer al centro de día, un servicio de comidas a domicilio cada dos días. Además, los voluntarios me llaman por la tarde y me entretienen un rato.

—¿Qué ha hecho para pasar el tiempo durante el día?

—Me paso el día con el teléfono en la mano. Hablo mucho con un amigo del centro del día porque ahí tenemos siempre temas de conversación, nos apreciamos y ahora nos llamamos para saber cómo estamos. Además, cumplí 84 años el 29 de abril, en medio de esta pandemia, y me lo pasé muy bien porque me mandaron pasteles y me llamaron muchas personas. También me he entretenido mucho pintando y dibujando.

—¿Ha salido ya de casa ahora que hay más libertad?

—Llevo dos días saliendo a pasear porque ha sido la patrona del pueblo y he ido a misa, pero hasta entonces solo había salido una vez para ir a la peluquería. Es extraño porque en misa tenemos que estar guardando las distancias, vamos con mascarilla y no nos podemos dar la paz.

—¿Qué es lo que hacía antes que ahora ya no puede?

—Iba al centro de día que tenemos y así estaba con más gente y me lo pasaba bien. Ahí aprendía, estaba acompañada, me atendían muy bien e incluso jugábamos al bingo todas las tardes.

—¿Pensaba usted que iba a vivir esto? ¿Tiene miedo?

—Nunca pensé que podía vivir algo así, pero espero que se pase pronto y estoy deseando que llegue el momento de poder salir. Pero no, no tengo miedo al coronavirus porque me han cuidado muy bien y cuando vienen a verme las chicas del centro de día, vienen con sus mascarillas y sus guantes, así no las puedo ni invitar a un café. Pero cuando esto pase me iré con ellas al bar a tomar uno. T