Llegar a Villanueva de Huerva desde Fuendetodos, por la carretera de Belchite-Cariñena, es un gozo para los sentidos contemplar desde una pequeña altiplanicie el paisaje que forma el pueblo, recostado en una suave loma, y la estrecha vega del río Huerva lamiéndole los pies tras pasar por un esplendoroso puente medieval.

Esta visión pictórica sería contemplada cientos de veces por la adolescente villanovana Cayetana Sancho Casas, cuando jugara con su imaginación a ser pintora. Aquel deseo que no pudo materializar durante su estancia en la villa, lo convirtió en realidad en la década de los 60 del siglo pasado, al emigrar a Francia con su familia en busca de un futuro más halagüeño: ella lo halló en la pintura: "Una de las mayores satisfacciones de mi vida -explicó en cierta ocasión- ha sido encontrar sola mi propio camino, el que me ha permitido expresar, sin miedo, mi sensibilidad"

Fue Gaillon, población situada al noreste de Francia, junto al río Sena, en donde Cayetana Sancho sentó su nueva morada. Allí, solucionadas las necesidades económicas, pudo dedicarse a esa escondida vocación en la que nadie creía. "Soporté -cuenta Cayetana en entrevista a un periódico chileno de la ciudad de Talca- una adolescencia marcada por un machismo infértil y una juventud frustrada, en una España desgarrada por la Guerra Civil. Sin embargo, a los 45 años, impulsada por mi hija Amalia, me revelé para hacer lo que siempre había deseado: pintar".

Y vaya que lo que lo hizo. Relacionar las numerosas exposiciones, primero en grupo y luego de forma particular, que realizó a lo largo de su vida sería una lista larguísima. En Zaragoza, en 1973, fue la Sala Gambrinus la que mostró por primera vez su obra. En aquella época, un crítico de arte de la capital ya dijo de su pintura. "La fuerza del toque en una pincelada amplia, suelta, espontánea, matizada a veces con la espátula, le acercan al precedente remoto del arte de síntesis de Cezanne". Aquella naciente pintora siguió su búsqueda empleando diversas técnicas para poder transmitir en sus cuadros los sentimientos que ella escondía. Serían la galería Goya (1979), el Palacio de Congresos de Jaca (1987) y en la Caja de Ahorros de Madrid en Zaragoza (1988), sus posteriores exposiciones en la Comunidad aragonesa .

Cayetana pintó mucho. Para expresar sus sentimientos empleó todo tipo de técnicas: acuarela, pastel, óleo, tintas.... "La materia y el soporte -explicaba- no es lo esencial. Pintar es ante todo, un acto humano en donde lo más importante es la sinceridad". Y ella la expresó pintando sin horario. Cuando la inspiración le llegaba, trasladaba a sus cuadros sus vivencias.

Su numerosa obra está presente en varios museos franceses y alemanes; en el d´Arte Brasilien de Sao Paulo y en el museo de Arte Contemporáneo de Cuenca; siendo numerosos los cuadros que se hallan en colecciones privadas en Francia, España, Austria, Alemania, EE.UU.

En Villanueva, en el restaurante "Rinconada de Felino", propiedad de su hermano Paco, podemos admirar dos cuadros de la genial pintora. En un rincón del comedor (merecería un lugar más privilegiado y protegido), está el que representa un busto de Goya con cachirulo. El color azul, que tanto predomina en su pintura, está presente en este cuadro del hombre campesino, con camisa blanca y chaleco azulado, cuya mirada tristona hace pensar al que lo mira.

Aquella mujer aragonesa que dejó su pueblo natal, pero nunca olvidó sus raíces, llegó a triunfar, no sólo en Francia, que ya es mérito, en donde recibió la medalla de Oro de Educación Social de París, y el prestigioso Premio Arletty del Teatro, sino en numerosos países latinoamericanos que conocieron su obra. Hora es ya de que las autoridades aragonesas realicen el esfuerzo necesario para que sus cuadros, en una exposición antológica, sea mostrada a toda la Comunidad. Su pueblo natal, que ella jamás olvidó, y en donde sus cuatro hermanas tienen casa, ya le realizó dos interesantes exposiciones como homenaje. No estaría de más que una calle llevara el nombre de esta mujer alegre y vitalista, que falleció el invierno de 1997 a los 74 años. "En ciertos momentos de mi vida -comentaba- he podido sentir el deseo de morir, pero jamás he perdido el de pintar". Todo un epitafio para recordar a esta artista que en cierta ocasión manifestó que su más bello encuentro había sido "descubrir el misterio de Goya y la materia de Stael".

Finalmente, agradecer la ayuda prestada por José Luis Ramo, paisano de la pintora.

SANTIAGO SANCHO