Si ustedes todavía albergaban alguna esperanza de que TVE dejara de ser un instrumento al servicio del gobierno de turno, desengáñense. La televisión que pagamos, y a qué precio, entre todos, dio la noche del domingo un nuevo ejemplo de servilismo progubernamental y manipulación informativa. Los socialistas prometieron enmendarse y no caer en la tentación de tergiversar la información televisiva, pero pronto han olvidado su compromiso y parecen dispuestos a volver a aquellos tiempos en que Alfonso Guerra manejaba a su capricho este servicio público de información. Los populares, en ocho años de gobierno, copiaron el modelo e hicieron de la televisión pública un patrimonio propio que abochornaba a cualquier persona que viera sus indecentes informativos. La vicepresidenta Fernández de la Vega, una señora a la que presentaron como gran esperanza, ofreció el domingo una imagen vergonzosa: habló como vocera del PSOE cuando debería haberlo hecho como portavoz institucional del Gobierno. Todos los partidos lamentaron tanta abstención, pero ninguno hizo, ni hará, la menor autocrítica por ello. Más de la mitad de los ciudadanos dio la espalda a la clase política, cada vez más cerrada y obtusa, día a día menos consciente de que con semejante actitud aleja a la gente de participar en la cosa pública. Los aparatos de los partidos son rémoras que impiden la renovación interna para seguir manteniendo sus cargos y sus prebendas. Se quejan de que no les votan pero olvidan que democracia significa el gobierno del pueblo.

*Profesor de Universidad y escritor