Mientras que las personas de mi edad (digamos que en la franja del 'Baby Boom') nos preocupamos por el futuro inmediato, o sea, por la pandemia, las personas más jóvenes miran más allá, por la cuenta que les trae. Y piensan, y se agobian, en y por el cambio climático. Hombre, es que les va a tocar pasar su edad adulta en un mundo que cada vez va a peor. Estos últimos años hemos visto el poder que puede tener una sola persona (Trump, Bolsonaro) para causar un daño desproporcionado al planeta, y por eso me alegro de que una de las primera decisiones de Joe Biden sea la de ofrecerse a organizar una cumbre del Clima, o que la Unión Europea lo tenga entre los asuntos más importantes de su agenda.

También me alegra, a un nivel más doméstico, que el alcalde Azcón haya anunciado un plan para plantar miles de árboles en Zaragoza, medida que se hará aprovechando el compostaje que generaremos los propios zaragozanos. Y me alegra que sea una actividad que involucre a los ciudadanos, que nos podemos plantear (yo lo haría) contribuir incluso físicamente, plantando árboles, apadrinando alguno, sintiendo que somos parte de una reconstrucción natural que es buena para el futuro de nuestros descendientes. Ahora que vemos la luz al final del túnel de la pandemia del maldito virus, no nos olvidemos de que en el horizonte hay otra catástrofe en ciernes, y que son nuestras acciones y nuestros votos los que contribuyen a que el planeta vaya mejor o peor.

En este campo, como en todos, hay negacionistas, hay catastrofistas, hay gente sencillamente muy tonta. Pero en fin, yo que oscilo entre el cinismo y el optimismo más infundado, les digo: hay que pensar en el medio ambiente, que ya vamos tarde.