Existen muy diversas formas de combinar los sustantivos bondad y capitalismo. La clave, como en tantas otras ocasiones, está en la preposición. Ya saben, esas breves pero concluyentes palabras que, sin complejos por su eterno papel "segundón", dirigen la frase, y que si tuviera que compararlas con algo para entenderlas mejor lo haría con esas ancianas menudas y en apariencia frágiles que, discretamente, esconden tras de sí decisiones que podrían asustar al más pintado. Si me lo permiten, quizás otro día les hable de quiénes son los sustantivos, adónde llega el poder de los adjetivos, o de la irrefrenable obstinación de los adverbios.

Como ven, no corrijo mi defecto de apartarme del tema principal que nos ocupa. Vuelvo a él. Les decía que, aunando los términos, no es raro encontrar la combinación "bondad del capitalismo" o, más frecuentemente, en plural, "bondades del capitalismo". Ambas se refieren y aluden a cuanto de positivo pueda hallarse en la teoría económica y en la praxis política propia de los países que organizan su sociedad conforme a esa forma de entender la propiedad y el mundo. Y sí, es nombrar ese ámbito y aparecer, como por arte de magia, el fascinante mundo de las etiquetas al que tan proclives somos y que tanto daño hacen a cualquier intento de aproximarse y comprender la complejidad en que nos movemos. Por otro lado, la todopoderosa "etiqueta" ha sido destronada por la "marca" y, de hecho, asistimos a la "brandificación" del mundo por la "urbanizalización" producida en nuestras ciudades. Pero de nuevo me distraigo.

La cosa de la que yo hoy quería hablarles era de la posibilidad o no de la bondad en el capitalismo --sí, la sedente preposición "en" lo cambia todo--. No sé si a liberales, conservadores y progresistas, caso de que llegásemos a un acuerdo sobre el significado de esas etiquetas, les preocupa mucho, poco o algo esta cuestión. Ajeno a consideraciones estadísticas y porcentuales el tema de la bondad tiene poco que hacer en un contexto dominado por gráficos, power points y un sinfín de aproximaciones visuales informatizadas donde el personal más técnico y capaz nos asegura que sólo así y ahí podremos ver la "realidad" tal y como es. A mí me parece algo pretencioso tratar de retratarla de ese modo aunque sé que eso es lo que se lleva. Como a todos ustedes, a menudo, por la calle, personas y rostros desconocidos me interpelan o, por escrito como en un telegrama, dan cuenta de su situación. Con o sin techo, aunque desde luego no es lo mismo, en todos los casos su situación es insostenible y claman una ayuda. Empieza a ser común que a la salida de los supermercados haya quien solo pida alimentos. No sé a ustedes pero a mí, en cada ocasión, se me plantea la duda de qué hacer, cómo actuar, cuál es mi deber. Mis respuestas, influidas a veces por algo que pudiera considerarse tan absurdo e inadmisible como las prisas, varían, pero mi duda sobre si es posible la bondad en el capitalismo, permanece. Y es que, no resuelve mi problema la conocida idea de Víctor Hugo según la cual, "ser bueno es fácil, lo difícil es justo". ¡Cómo si fuese posible ser justo sin ser bueno! No, el genio francés no estuvo, para mí, tan atinado aquí como lo estuvo en otras ocasiones.

Profesora de Derecho de la UZ