Meditaba en días pasados Vicente Calatayud ("Listas, listeros y listillos", se titulaba su artículo), en estas mismas páginas, sobre la probada disyunción entre la idoneidad de los candidatos y su impresa presencia, en puestos de salida, en las papeletas electorales. Entre los inexpertos conductores y los seguros vehículos que habrán de trasladarlos a las Cámaras. El tema, no por recurrente, carece de actualidad; y de gravedad, añadiría.

Porque grave, y en ocasiones penoso, es, en efecto, el empírico hecho de que la mayoría de los candidatos, con honrosas excepciones, carezca de suficiente preparación para representar con auténticas garantías a sus circunscripciones en el Senado y Congreso. Por desgracia, hace mucho tiempo que no enviamos a Madrid a fueras de serie, sino a disciplinados militantes que, a base de acumular méritos domésticos, pegando sellos y sobres, aportando fichas u organizando homenajes, acaban por hacerse con un escaño municipal, provincial, autonómico, nacional. Administraciones en las que, salvo en las ventanillas de intervención, donde cobrarán puntualmente sus dietas, pasarán por completo desapercibidos. El PSOE y el PP padecen en grado superlativo esta tara, pero los partidos nacionalistas, con una creciente implantación jerárquica de sus respectivos aparatos, tampoco están libres del vicio de nombrar a dedo a incompetentes y parásitos.

Por otra parte, el fenómeno del "cunero", o candidato fantasma, extraño a la circunscripción, que sólo aparece cada cuatro años para recoger el acta, tampoco es nuevo en Aragón. Casos como los de Cruz Esteruelas (AP), José Ramón Lasuén (UCD) o, más recientemente, Gabriel Cisneros (PP) han dado, por referencias, por alusiones, triste fe de ello.

Finalmente, estaría el candidato-puente. Aquél que, más que defender los intereses de sus votantes, emplearía el escaño en promoción.

En este apartado, el caso de mayor actualidad --y utilizo fuentes del PP-- sería el de Luisa Fernanda Rudi, descartada para repetir en la presidencia del Congreso, pero que habría pactado ya con Mariano Rajoy su desembarco en una empresa estatal, capaz de mantener los guarismos de su millonario sueldo. Puesto que el rumor corre a voces por la sede del Coso, quizá podría la interesada desmentirlo, y asegurar a los zaragozanos, en campaña, que eso no va a ocurrir. ¿O no puede?

Si Rudi renuncia a su escaño, en su sustitución ocuparía su puesto la número cuatro de la lista popular, Verónica Lope. Con alguna antelación, y asimismo basándome en fuentes del partido conservador, anticipé esta atípica operación de aforamiento. El alcalde Belloch, que debió dar por buena la información, felicitó cortésmente a la señora Lope, quien, sin embargo, y con alguna vehemencia, negó, mientras buscaba piso en Madrid, que fuera a abandonar el Ayuntamiento de Zaragoza, del que es edil, para partir al Congreso.

Pocos días después, empero, su candidatura-puente se confirmaba oficialmente, con gran alegría por su parte.

Y es que Aznar aprieta, pero no ahoga.

*Escritor y periodista