Y hecho que debemos a Dios, pues aquellos de Cataluña, que es el mejor reino de España, el más honrado, el más noble, porque allí hay cuatro condes, como son el conde de Urgel, el conde de Ampurias, el conde de Foix y el conde de Pallars; y hay ricos hombres, pues por uno que hay allá, hay cuatro en Cataluña, y por un caballero que hay aquí, hay cuatro en Cataluña, y por un caballero, hay cinco en Cataluña, y por un clérigo que aquí hay, hay diez en Cataluña, y por un ciudadano honrado, en Cataluña hay cinco». Así se expresa (ap. 392) el rey Jaime I el Conquistador, rey de Aragón y conde de Barcelona, en su Libro de los Hechos (ap. 392), que escribió (mejor inspiró) en primera persona y en catalán medieval, aunque incluye muchos aragonesismos. Hay que explicar que expresiones como «ricos hombres» o «ciudadanos honrados» se refieren en el siglo XIII a potentados y a la aristocracia urbana. El Conquistador se equivocó al calificar a Cataluña, como «reino», pues nunca lo fue, y al incluir al condado de Foix, pero es evidente que consideraba que las tierras dominadas desde comienzos del siglo XII por el conde de Barcelona configuraban un territorio en manos de «banqueros, curas y militares».

Lo que buscaba Jaime I al escribir estas líneas era animar a otros Estados de la Corona de Aragón a entregarle más dinero para emprender nuevas campañas de conquista y expansión, sobre todo para financiar una idea que bullía por su cabeza desde que de niño se educó entre los caballeros templarios en el castillo aragonés de Monzón: la conquista de Jerusalén.

Ya en el siglo XIX, la oligarquía catalana, enriquecida gracias a los generosos privilegios concedidos por el propio Jaime I, por el emperador Carlos V y por los Borbones, logró enormes beneficios por el comercio de esclavos, y acumuló el capital suficiente para poner en marcha la industria textil, que hizo de Cataluña la región más próspera de España.

Con semejantes facilidades y el dinero ganado en el tráfico de esclavos, la alta burguesía catalana compró en Alemania e Inglaterra bienes de equipo y levantó fábricas a las que acudieron a trabajar españoles de otras regiones, donde la aristocracia caciquil impedía el desarrollo democrático y la distribución de la riqueza.

Así fue la historia, aunque ahora aparezcan voces mentirosas que relatan cuentos extraños y manipulan sentimientos para embaucar a incautos. Y en ello siguen varios de los descendientes de aquellos negreros reconvertidos en políticos; los del 3% de toda la vida, vamos.

*Escritor e historiador