El Anuario de Estadísticas Culturales nos vuelve a revelar el bajo consumo cultural que se da en Aragón, quedando por debajo de la media nacional, es un estudio divulgado por el Ministerio de Cultura. Recuerdo las palabras del escritor Ambrose Bierce cuando decía que «no hay nada nuevo bajo el sol…» El tema cultural tiene escaso espacio en los programas electorales, lo hemos podido comprobar en la últimas elecciones, no es algo prioritario, en eso estaría de acuerdo siempre y cuando esa prioridad no se compare con la preferencia de eliminar las listas de espera en sanidad, por ejemplo, algo que soportamos, desde décadas, como un lastre y que preocupa enormemente a la población. Más allá de lo necesariamente inmediato, el consumo cultural debería de ocupar un lugar de relevancia ya que supone importantes beneficios para un país. Desde el punto de vista económico, en torno a la cultura se desarrollan numerosas empresas que proporcionan empleo a trabajadores por cuenta propia y ajena, tampoco hay que olvidar el comercio exterior que se genera con los libros, las artes escénicas y plásticas, los audiovisuales, etcétera. Según sus resultados, la Unión Europea resulta ser el mayor destino de las exportaciones con un 65,7%, seguida de Iberoamérica, con un 14,6%, Pero no solo eso, el patrimonio material e inmaterial, que poseemos a manos llenas, nos garantiza poderlo ofrecer a las generaciones posteriores y contribuir a conseguir una sociedad más humana.

El desarrollo integral del individuo en los dos sexos, se consigue a través del motor de la cultura, activando planes de desarrollo progresista. Para que esto se dé es necesario la divulgación desde las bases educativas, empresariales y políticas, incentivando propuestas de mecenazgo con beneficios fiscales como lo hacen otras sociedades en otros países.

Hablar de cultura es implementar estrategias de inversión para conseguir una función creadora en el individuo que luego, sin lugar a dudas, será devuelta a la sociedad con creces. Pero para que se active esa función, las ofertas y propuestas culturales hay que mostrarlas, divulgarlas y apoyarlas. Los medios de difusión juegan un papel importantísimo en ese sentido. Visualizar nuestro patrimonio, ponerlo en valor a través de medios como la televisión sería un avance cualitativo. Si los pocos programas culturales que dan en las televisiones los echan en horarios nocturnos de poca audiencia, con esa política no se consigue una rentabilidad social, y no me sirve decir que la audiencia es la que manda y que este tipo de productos no los consume. A un público al que se le hubiera incentivado permanentemente al consumo, y no me refiero al Black Friday sino de arte en museos y salas de exposiciones, de música, de teatro, posiblemente no le interesaría ver la tontuna de programas que se emiten y que tanto proliferan en diferentes Reality show y, en vez de conocer con nombres y apellidos los ganadores de las últimas ediciones de Gran Hermano o de Masterchef celebrity, hablaría de los grupos de música que sobreviven, hablaría del poco tiempo que duran en cartelera las obras de teatro en el Principal, pediría que se prolongasen, demandaría conciertos de referencia artística accesibles económicamente, pero para que esto sea posible ha de haber voluntad política y nivel intelectual en los políticos.

De momento creo que estoy hablando de una utopía, lo que significa de manera literal «no-lugar». Pero esa utopía la seguiré utilizando, principalmente por su función crítica y valorativa por si sirve de algo.

*Pintora y profesora