Ha tenido que venir una pandemia para que todos los sectores aragoneses valoren la necesidad de que los ciudadanos de Aragón consuman con absoluta preferencia productos de la tierra. Es un instinto elemental de defensa en tiempos de crisis. El tejido económico de nuestro territorio reclama la necesidad de valorar lo autóctono y protegerse con su manto por una razón elemental: los gallegos, los andaluces, los catalanes, los vascos, los madrileños y los demás pueblos que componen España están haciendo lo mismo. No es casual que el Gobierno de Aragón haya mantenido reuniones con distintos sectores para trabajar en campañas de reactivación del consumo local. No son fortuitas las llamadas de ganaderos, agricultores y hosteleros para que los aragoneses compremos alimentos originarios de esta tierra y pasemos las vacaciones dentro de nuestros confines. No son improvisados los consejos para que dejemos de comprar tanto por Internet y volvamos al tradicional y pequeño comercio.

A mí me parece perfecto. Siempre me lo ha parecido, sin amenazas de virus. Según un informe interautonómico del 2018, Aragón consume cuatro veces más productos foráneos que hechos en la comunidad. Bebamos, pues, cava y vino aragonés; comamos ternasco, jamón, verdura y fruta de la tierra; disfrutemos de nuestros paisajes en vacaciones; valoremos más la música, la moda, la industria, las artes, el deporte y el patrimonio natural y cultural de Aragón; leamos libros aragoneses y escritos por aragoneses. Todo ello, no solo por la angustiosa necesidad de sacar la cabeza de esta crisis, sino para darnos cuenta de que aquí tenemos mucha calidad oculta. Y ya puestos, cuando acabe este calvario, sigamos pensando en Aragón. H *Editor y escritor