Esto es tremendo, ya les digo. Resulta, como ya comenté el otro día, que el patriotismo es un sentimiento muy contradictorio. Por ejemplo, hay españolistas superradicales que se sienten atacados simultáneamente por el nacionalismo catalán y por el islamismo militante (y por otras muchas cosas, pero ahora nos centramos en estas dos). Lo cual les ha venido provocando a lo largo de esta semana una especie de vivo sin vivir en mí o un síndrome de corazón partío. Porque, de un lado, aborrecen a los Mossos, que son la policía política de los secesionistas y vienen identificando, al parecer para multarles, a los buenos constitucionalistas que retiran los artefactos amarillos de Puigdemont, Torra y demás ralea. ¡Ah!, pero por otro no pueden sino alabar la reacción de la mossa que en Cornellá le pegó un tiro en la cabeza al hispanoargelino del cuchillo, y rechazan con viva indignación los argumentos de quienes advierten que, hombre, quizás se pudo haber detenido al interfecto de una manera menos absoluta.

Pero esta bonita esquizofrenia se ha hecho tan habitual entre centrípetos y centrífugos, que no debería llamar la atención. A la postre, los citados Mossos, aunque jamás fueron una policía amable, sino bastante dura y letal en sus intervenciones, han llegado a ser jaleados (en su supuesta condición de funcionarios independentistas) por la misma gente de las CUP que en su momento padeció algunas de sus actuaciones.

Y lo más impresionante de todo es que la policía autónoma catalana pudiera estar actuando contra los comandos antiamarillos de Ciudadanos amparándose en la Ley Mordaza del PP. Eso ya sería de nota.

Pero así funciona este sarao. El 1-O, Policía Nacional y Guardia Civil, en una intervención planificada por auténticos ineptos, contribuyeron a darle alas al separatismo que supuestamente iban a combatir. Luego, el juez Llarena acabó de liarla. Ahora, el inaudito Torra parece dispuesto a lograr que Cs y el PP pongan en jaque a Sánchez promoviendo otro 155. ¿Poli bueno, poli malo? Vayan ustedes a saber.