La plaza del Pilar de Zaragoza se convirtió el pasado martes, día del patrón San Valero, en el mejor escaparate de la participación de los ciudadanos --casi todos zaragozanos-- en las distintas actividades lúdico-culturales que tienen lugar en la capital aragonesa. Al punto de la mañana había unas largas filas, que se prolongaron hasta las 12 del mediodía, para tomar un trozo de roscón y un chocolate de los que tradicionalmente, desde hace 28 años, reparte gratuitamente EL PERIÓDICO DE ARAGÓN. Pero había muchas más. La puerta principal del ayuntamiento tenía una fila para las visitas a la Casa Consistorial. La catedral de la Seo tenía fila. El Tragachicos tenía fila. El Museo del Foro Romano tenía fila. La Lonja tenía fila. Hasta el espectáculo junto a la Delegación del Gobierno estaba a tope. Pero fuera del salón de la ciudad, se podía ver mucha gente en las Termas romanas, en los museos Pablo Gargallo, Pablo Serrano y de Zaragoza hasta el convento de la Resurección, al lado de la iglesia de San Nicolás, en la calle Don Teobaldo, tenía muchas visitas. Y es que los zaragozanos responden a la oferta cultural de la capital, sea lo variada que sea, y en los últimos cuatro años se ha hecho un gran avance desde las administraciones autonómica y municipal (junto a la iniciativa privada) para poner en valor lo nuestro. Es el camino a seguir.

Porque la cultura hay que concebirla como una forma de crecimiento de nuestra sociedad, de nuestro territorio y es básico transmitirla a las nuevas generaciones y a todos los jóvenes. Se diga lo que se diga, en Zaragoza se consume cultura, hay respuesta a la oferta cultural. Solo hay que ir a los centros cívicos de la capital para ver cómo cualquier actividad tiene su respuesta entre los vecinos de cada barrio. Pero lo mismo ocurre con los museos (el Pablo Serrano aumentó más de un 54% el número de visitas el año pasado y se acercaron hasta él más de 80.000 personas) y con las exposiciones temporales. Que 25.000 personas hayan pasado hasta esta misma semana por el Patio de la Infanta para ver la exposición Pasión por Zaragoza. El Reino de los sentidos organizada por la Fundación Ibercaja es sinónimo de todo esto, aparte del valor de la muestra que recuperó el legado de los ilustradores aragoneses. Pero lo mismo está ocurriendo con la del Gobierno de Aragón abierta en la Sala de la Corona del edificio Pignatelli de Zaragoza sobre los Panteones Reales de Aragón, un magnífico exponente de la historia de la Corona de Aragón. O el estupendo trabajo de las fotógrafas aragonesas que ha reunido el Ayuntamiento de Zaragoza, Cierta luz, en la Lonja y que se puede visitar hasta el 23 de abril próximo.

No es por apostar por un aragonesismo, ni llevar los localismos a extremos (aunque el reconocimiento a los joteros de esta semana y que el ayuntamiento pida por unanimidad que la jota sea declarada por la Unesco bien inmaterial de la humanidad, también debe ser bienvenido) sino simplemente por poner en valor lo nuestro. Y es que la cultura también es una forma de crecimiento del territorio. La DGA así lo ha entendido después de los cuatro años grises del PP, y lo mismo está haciendo el gobierno municipal con muchas apuestas como la Harinera, en San José, un referente nacional de la nueva cultura o la fuerte realidad del Salón del Cómic de Zaragoza.

Trabajar la cantera es la tarea fundamental. Los premios de teatro amateur que ha recibido el grupo del instituto de bachillerato Pedro de Luna de Zaragoza deben ser el modelo a seguir. Los centros educativos tienen que ser el primer contenedor de cultura para todos los jóvenes aragoneses. Esos adolescentes después tienen numerosos lugares donde consumir y disfrutar cultura. Las iniciativas privadas son abundantes en la capital, pero fuera de Aragón también las administraciones impulsan rincones culturales: los museos de Ejea, la actividad en Huesca, en Fraga, en Teruel, las recreaciones históricas, los festivales de verano, las ferias de libros, el Aragón Negro...

Hay mucho talento y mucho consumo y nada debe frenar las actividades sino impulsarlas mucho más. Quizá se echa de menos que una cadena pública como Aragón TV no tenga un programa de música por el que discurran todos los grupos que se están forjando en la comunidad y que están trabajando duro haciendo muy buenas artes. Este es el ritmo que necesita la cultura aragonesa y, sin escatimar recursos económicos. Hacer cultura también es hacer territorio.

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