Dicen los evangelistas que Cristo está sentado a la derecha del Padre. A la derecha, no a la izquierda. La derecha es el lugar de privilegio, preeminente, y como tal ha llegado a nuestros días en el orden protocolario. El lado izquierdo no es el preferido, queda como discriminado, disminuido, etiquetado, casi estigmatizado. Las gentes de orden aspiran a sentarse a la derecha del Padre gracias a sus méritos y a su fortuna heredada o adquirida que no quieren poner en peligro en ningún caso; cambios los justos para que todo siga igual. Las de izquierda son por definición insatisfechas, siempre aspirando a cambiar porque por lo general, tienen poco que perder y por eso necesitan de la libertad para seguir construyendo igualdad y fraternidad. ¿Y en el centro? En el centro está el Padre y al parecer, el clavico del abanico. No hay lugar para nadie más. O se está por la igualdad o por lo contrario, por la justicia social o por lo contrario, por el Estado Social o por lo contrario. La moderación, la prudencia, no es atributo exclusivo del centro, debe de ser cualidad de cualquier gobernante. Hay que ver cómo el lenguaje construye la realidad. Un buen amigo se queja de que se hable de «blanquear a la extrema derecha», como sinónimo de limpiar algo malo (lo negro) en algo limpio o bueno (lo blanco). Por lo demás intento baldío porque hay cosas que no tienen arreglo ni con toneladas de lejía. Pero la expresión no deja de mostrar preferencia por los colores y un racismo evidente. También seguimos utilizando la expresión «esto es un coñazo» para señalar que algo es insoportable, mientras que para proclamar lo contrario afirmamos que «es cojonudo» (con perdón). Machismo en estado puro.

*Profesor de universidad