El paro femenino subió en Aragón en el primer mes del año de una forma espectacular. De los 1.371 nuevos desempleados registrados por el Ministerio de Empleo, 1.340 fueron mujeres y 31 hombres. El sector servicios y la temporalidad son las claves de estas cifras, que recogen el fin de la campaña navideña, una actividad en la que participan mayoritariamente mujeres y que forman parte del colectivo más afectado. Una confirmación de la brecha laboral que sufre este colectivo y que no parece que se vaya estrechando, al contrario. Y aunque los recientes datos de la encuesta de población activa (EPA) del 2017 fueron buenos si se comparan con los de los años más intensos de la crisis económica, no dejaban de anunciar que estamos ante un empleo más precario y peor retribuido del que tomamos como referencia. Hay que seguir avanzando por la senda de la competitividad, pero acompasándola con la de la productividad. Y mejorarla implica un cambio en la cultura de las relaciones laborales en España pero también un cambio de modelo económico. Significa que las empresas tienen que asumir inversiones para que, junto a la reducción de costes laborales, se contemple una mejora de los productos y un aumento de su valor añadido. Y también exige que la administración focalice sus ayudas lejos de los sectores puramente especulativos y de aquellos que, aún siendo obsoletos, se mantienen artificialmente.