En una tensa espera se termina la campaña electoral más corta, acompañada con una sensación de luto desde el debate televisivo de los cinco candidatos a la presidencia. El candidato posfranquista, que ora sonreía ora apretaba la mandíbula en un mitin de casi tres horas estuvo rodeado de silencio, segundos de vacío que se hicieron los protagonistas. Los preocupados constitucionalistas de centroderecha callados ante las soflamas antisistema que escupía porque le necesitan, y los constitucionalistas de izquierda respondiendo tímidamente para no otorgarle más protagonismo. Algunos desde casa intentado empujar como si de un partido de fútbol se tratara y desesperándonos cuando nuestro equipo no subía al ataque.

Desde entonces su expectativa de voto no ha dejado de crecer, y las encuestas prohibidas le otorgan el tercer puesto en la elección del domingo. Cuarenta años después de instaurada de nuevo la democracia, el autoritarismo posdemocrático llama a la puerta y mira que no la derriben. Es la primera de las convulsiones latentes que nos amenaza estos días.

El alcance de la movilización de los CDR y el Tsunami Democràtic es la otra sacudida que puede poner en riesgo el equilibrio inestable en el que nos estamos manteniendo. Veremos si la acción preventiva y represiva del Estado será suficiente para mantener los cauces de participación despejados. Estaremos atentos a la reacción del independentismo pacífico si los altercados llegaran a producirse, y a la respuesta de la oposición que no parece vaya a ser de respaldo a la Presidencia del Gobierno.

Más que un día de reflexión con las clásicas crónicas sobre a qué dedican los candidatos su día libre, podemos encontrarnos ante una sucesión de incidentes retransmitidos a tiempo completo para no tener un momento de silencio colectivo, de tiempo muerto, en este mundo devorado por la impaciencia.

El aburrimiento de la democracia mutó desde principios de siglo en jornadas de reflexión sacudidas por acontecimientos históricos, como las manifestaciones del 13 de marzo del 2004 en repulsa al atentado yihadista del 11-M y de indignación ciudadana ante las mentiras persistentes de la presidencia de José María Aznar, o las concentraciones del 15-M en la jornada electoral del 2011 que no fueron desalojadas. Al día siguiente, las urnas dieron cambio de gobierno del país. El domingo será el momento de decidirlo, porque a partir de ahí, el resto es silencio, como diría Hamlet al final de su tragedia.