Los cuatro días que ha tardado Trillo en pedir disculpas a las familias del Yak han sido una eternidad que ha acabado diluyéndose en el propio escándalo y en el espanto de unos seres que durante un año han llorado su dolor ante un desconocido. Las disculpas de Trillo, aunque necesarias, llegan tarde y son bastante inútiles si no van acompañadas de algo más que una mera complacencia. Trillo equivoca el tiro al pedir que no se haga un uso político del dolor de las familias porque se está haciendo un daño injusto a las Fuerzas Armadas. Han sido los familiares, impulsados por su propio dolor, los han llevado el proceso hasta las últimas consecuencias aun a sabiendas de que iban a ser muy dolorosas. Este desgraciado asunto no salpica a las Fuerzas Armadas sino a quienes trataron de encubrir lo que se ha demostrado una chapuza con el pretexto de que ese viaje no era de placer a Cancún. La memoria, cuando se asienta en el dolor, no perdona ni una coma.