La incomodidad de Josep Antoni Duran Lleida, líder de Unió Democràtica, con la forma en que el socio principal de CiU, Convergència Democràtica, conduce el llamado proceso soberanista es conocida y no es reciente. Pero el paso que se dispone a dar el veterano dirigente democristiano --dimitir como número dos de CiU y no repetir como diputado en el Congreso-- no solo marcará un antes y un después en la historia de la federación nacionalista, sino que alterará el mapa político catalán si va añadido, como pretende, de su candidatura a la presidencia de la Generalitat en el caso de que finalmente el 9 de noviembre haya elecciones plebiscitarias en Cataluña. Con ser esto importante, la verdadera trascendencia de la renuncia de Duran reside en que supone quemar uno de los escasos puentes políticos --el único, según el socialista Pérez Rubalcaba-- para encauzar el conflicto entre Cataluña y España. El pacto entre Unió y Convergència data de antes 1979. Esa larga trayectoria en común puede llegar ahora al punto final debido a insalvables diferencias ante el desafío soberanista.