Mientras en las tierras del Ebro se celebraba la derogación de los trasvases, por la huerta murciana y por los naranjales valencianos se extendía la indignación contra el Gobierno del PSOE. Se comprende el ánimo de los que han protestado. Los del Ejecutivo anterior les hicieron creer que sólo el agua del Ebro podía calmar la sed de sus tierras y en su imaginación aparece ahora un paisaje sahariano, que sobrevuelan los buitres. Todo lo que no fuera un gran trasvase de norte a sur sería sequía, aridez, desolación y muerte. El panorama que les pintaron era terrorífico. Se ve que la gente del PP, en cuestiones de regadío, vive apegada a ideas arcaicas. De los romanos, concretamente, que resolvían los problemas de falta de agua a base de acueductos, igual que se ha pretendido hacer ahora desde Tortosa hasta Almería. Gente acientífica, además, de probada ignorancia sobre las modernas técnicas de desalinización del agua del mar, y poco informada, encima, que no sabe que los reyes, emires y sultanes del petróleo han creado vergeles en pleno desierto, gracias a los prodigios de la tecnología antisalina, con la que el Ejecutivo del PSOE anuncia la pronta llegada de agua abundante y barata a las zonas levantinas, y que no causará impacto ambiental. Un acueducto de hace 2.000 años es una joya. Si es del 2004 es un atentado contra el paisaje. En el PP están que trinan y recurrirán la derogación ante el Constitucional. Les ha entrado tal fiebre recurridora, que pueden anunciar que van a presentar un recurso contra la ley de la gravedad, creyendo que, por su nombre, tiene que haberla hecho Zapatero. *Periodista