El Real Zaragoza vive un momento muy dramático y se ha encomendado a un nuevo técnico, Víctor Muñoz, para intentar arreglar el desaguisado. Tanto los datos objetivos --el equipo está en zona de descenso superado el ecuador del campeonato-- como las sensaciones subjetivas --existe una evidente falta de liderazgo empresarial y la plantilla está en descomposición--, invitan a una reacción mayor que un simple cambio de entrenador. Alfonso Soláns quema su enésimo cartucho en una errática trayectoria que amenaza el futuro de un equipo que por bagaje, por afición y por ciudad merece un lugar mejor. El presidente tiene que salvar los muebles como sea, por lo que urge de entrada la incorporación de refuerzos de calidad que garanticen una segunda vuelta liberadora de la amenaza del descenso. Cumplida esta meta, como todos deseamos, el máximo accionista del club está en la obligación de acometer la revolución pendiente para que el principal club de fútbol de la región se reencuentre con su pasado. Desde el histórico cuarto puesto en la Liga, el Zaragoza ha ido de mal en peor, pues aunque se añadiera una Copa del Rey a las vitrinas, las últimas campañas del equipo han sido frustrantes. Soláns sabe lo que se juega.