¡Qué tiempos! Si en algún momento ha tenido verdadero sentido el concepto de individuo por individualidad, ha sido ahora. La definición de modelo con sentido integrador de los que allí se encontraban ahora no cuaja, y todos nos miramos a nuestro espejo para no ver otra imagen diferente, sin embargo, no nos percatamos que es la diversidad la que nos aporta el valor que necesitamos para evolucionar como conjunto, no entendemos que los retos son el principal elemento que tenemos para nuestro desarrollo.

Ahora vivimos en tiempos de la posverdad y esto tiene una enorme dificultad para enfrentarla a otras opiniones, pues es sencillo que ante apelaciones a las emociones, los análisis más objetivos se queden muy marginales ya que estamos en la sociedad de las apariencias, el profundizar en el estudio de los acontecimientos ha desaparecido frente al impacto muy temporal y emocional de noticias que se desvanecen a gran velocidad.

Porque la cuestión estriba en esos modelos escénicos y contrapuestos que se han arraigado en nuestras vidas como excusa para no afrontar las evoluciones que deben darse en la sociedad; hasta hace 30 años, la guerra fría que se mantenía entre dos bloques muy definidos y posicionados, permitía el avance, pues esta situación no producía excesivas alteraciones en la vida común, hoy los equilibrios han cambiado y los ciudadanos desconocemos dónde y cómo se producen los escenarios. El terrorismo nacido a costa de la religión musulmana en territorios poco estables políticamente; el resurgir económico de países que por su modelo político y social estaban en situación de subdesarrollo, como China, la antigua Unión Soviética, Brasil, India, etc. y que han producido un enfrentamiento con el mundo occidental por el desequilibrio económico que les produce. En definitiva, es tal la irrealidad que vivimos que da realidad a la posverdad, pues a algo hay que agarrarse para poder dar un sentido a la vida, aunque sea imaginario, esto viene bien representado en un pensamiento de José Ortega y Gasset, que decía: «Tal vez lo más trágico de la condición humana es que puede el hombre suplantarse a sí mismo, es decir, falsificar su vida»; pero ya que estamos en esta posición de análisis, aprovechemos el momento y hagamos un repaso de nuestra doméstica sociedad, es decir, España.

Que alguien me diga cuándo los ciudadanos, ejerciendo nuestros derechos y libertades, hemos elegido nuestro camino a recorrer y, sin embargo, a quienes hemos dado el mandato no han sido capaces de administrarlo, ¿habrán creído en algún momento que no forman parte del pueblo al igual que todos? Estamos ante un conjunto de situaciones que no nos conducen a ninguna parte, porque es posible que tomando ciertas decisiones, aunque haya grupos que no las consideren, se deban respetar; pero si a modo de ejemplo, nos vamos a Cataluña, si yo fuese de allí lo primero que no sabría contestarme es si soy o no catalán, solo dependiendo de lo que piense, porque ciertos líderes autodenominados independentistas se autoproclaman el pueblo elegido. Por si estoy equivocado, me he ido al Génesis. La Creación, y veo que Dios en el tercer día dijo: «Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco», y a esto lo llamó Tierra, pero ni en las más diversas versiones de la Biblia he leído que lo llamase Cataluña, que es lo que parece adonde van encaminados estos independentistas, porque es tal su despropósito, que llegan a afirmar que Miguel de Cervantes no nació en Alcalá de Henares, que en realidad era Miquel de Sirvent y quizás fuera de Gerona. Y cuando afirmo lo de la creación es porque manifiestan que Cataluña existía varios siglos antes que España, y que el reino de Cataluña tenía, entre otras cosas, la región de Aragón. Dejémosles con sus paranoias y estudiemos lo que sí nos debe preocupar: la protección del medioambiente, que en realidad es autoprotección; la eliminación de las desigualdades, muy en especial la que concierne a la violencia de género por un sentido dominante del hombre frente a la mujer; también la de las razas, como si el color tuviese algún sentido: ¿se imaginan si la especie humana viviésemos en blanco y negro?, está claro que desaparecería esa desigualdad, y la que existe derivada de la pertenencia a una u otra clase social.

También la falta sobre cómo entender el sentido de la democracia y el papel de los tres poderes, solo nos sirve el concerniente a enseñar el botón de mando para hacer gala de ello. Si tenemos 350 representantes elegidos deberán ejercer el poder legislativo, que es el más político de todos, y no solo el ejecutivo, porque este tiene preferencia en los lugares de honor. Este último que lo ejerza quien haya ganado unas elecciones, el resto de parlamentarios, a hacer la política que nos convenga a los ciudadanos.

En fin, todo un cúmulo de barbaridades que espero y deseo tengamos la capacidad suficiente para sobresalir por encima de todas ellas, y conseguir un mundo más inclusivo y participativo, donde las capacidades y las actividades de las personas actúen en un plano positivo y solidario.

Por supuesto, no quiero que de todo esto se derive que no hay personas que ya cumplen con todo lo necesario para un buen desarrollo, las hay y muchas, pero aspiramos a integrar a las que faltan.

*Presidente de Aragonex