Han sido tantas las promesas incumplidas, los planes que no han visto la luz, que resulta difícil creer que se vaya a realizar algún día la apertura de la línea ferroviaria internacional del Canfranc y se recupere también su gran estación, una joya en serio peligro de perderse si no se actúa con rapidez. La protesta realizada ayer por un millar de personas es un punto de arranque para dejarse sentir con vistas a la cumbre de autoridades hispano francesas, prevista para otoño próximo. La cecerolada retumbó por todo el valle. Ruido, y no silencio, es lo que hace falta para que este asunto no caiga finalmente en el olvido.