Este martes, 14 de abril, se cumplen 89 años de la proclamación de la II República Española. Revisionismos reaccionarios y nostálgicos del Régimen franquista aparte, la República supuso un intento, frustrado en 1936 con un golpe de Estado propiciado por militares traidores a su juramento y a su bandera, para sacar a España de un sistema político corrupto encarnado por los Borbones.

Tras la dictadura franquista, en la que España fue un reino sin rey y con un caudillo al frente del Estado, se restauró la monarquía en la figura de Juan Carlos de Borbón, al cual Francisco Franco nombró heredero “a título de rey”, por lo que el designado juró los Principios Fundamentales del Movimiento. En 1978 el pueblo español aprobó la Constitución que liquidaba la dictadura pero certificaba la monarquía. Claro que había un pequeño problema: Juan Carlos había jurado los fundamentos ideológicos del franquismo y, como era católico y no podía jurar lo contrario so pena de ser perjuro, se articuló una fórmula tramposa: para ser ratificado como Jefe del Estado, el Borbón no juró sino que “sancionó” la Constitución que de heredero de un dictador lo transformaba en un demócrata. Magia.

Desde entonces España está llena de extraños republicanos. Son tan raros estos republicanos de boquilla y papel que no cesan de argüir excusas para sostener, desde su falso republicanismo, la monarquía, no menos corrupta la de Juan Carlos I, como su propio hijo ha certificado, que la de sus antecesores.

Veamos algunas de estas excusas: soy republicano, pero ahora no toca; soy republicano, pero Juan Carlos de Borbón trajo la democracia; soy republicano, pero peor sería tener a José María Aznar como presidente de la República; soy republicano, pero las dos Repúblicas españolas acabaron muy mal; soy republicano, pero el pueblo español no está preparado para la República; soy republicano, pero la corona es lo único que une a los españoles; soy republicano, pero Felipe de Borbón lo está haciendo bien; soy republicano, pero aunque su padre fue un corrupto, este lo hará mejor; soy republicano, pero conviene dejar las cosas como están.

Estas, y otras muchas bobadas más, son las que suelen alegar los extraños republicanos para seguir manteniendo, apoyando y justificando la monarquía sine die.

Y ahora, con esta calamidad de la pandemia, los extraños republicanos alegan una nueva excusa: soy republicano, pero lo primero es luchar contra el coronavirus.

Todos estos republicanos son extraños, y raros, pero muy, muy raros.

Escritor e historiador