Por qué se ha desatado la euforia por la Expo en Zaragoza? ¿Es buena o mala esta sensación cara al desenlace final, el próximo día 16 en París? Y, en último extremo, ¿a qué se debe este cambio de actitud de los responsables de la candidatura, hasta ahora muy fríos y cautos, para emitir valoraciones? Estas preguntas, y otras similares, flotan durante los últimos días en el ambiente sin que hayamos oído todavía una voz que les dé respuesta.

De entrada, cabe afirmar que no es negativo propagar la imagen de que se puede ganar. Presentarse ante la asamblea del Bureau Internacional des Expositions fríos, cabizbajos y con cierto derrotismo sería incluso negativo. La moral de las tropas es tan importante para ganar las batallas como la pericia y el acierto de los generales que las conducen. Y pase lo que pase dentro de diez días en la votación definitiva el trabajo desplegado por la candidatura, por la ciudad, por la comunidad autónoma y por el Gobierno central en los últimos meses ha sido el adecuado. Siempre que se acude a un examen se tiene la sensación de que se hubiera podido preparar mejor, de que ha quedado algo por hacer, pero en términos generales la candidatura ha sabido allanar el terreno. Una condición que, no siendo suficiente para el éxito final, sí es nítidamente necesaria e imprescindible para llegar con garantías a la fase definitiva.

Tras el último corte ante el BIE, en junio de este mismo año, tocaba concretar los esfuerzos en dos frentes. Por un lado, el diplomático, incrementando los contactos en el exterior, en especial con aquellos países que todavía no se habían decantado claramente por ninguna de las tres aspirantes en liza. Y por otro, redondeando la solidez del proyecto con la titularidad pública de los suelos para el recinto expositivo y con acuerdo financiero que cubriera el potencial de la candidatura y de la ciudad. Ambos factores han concurrido, circunstancia que nos ayuda a entender por qué ahora, ya sin ambages, los responsables de Zaragoza Expo 2008 han comenzado a soltarse la melena. Tímidamente, sí, pero a soltarse la melena.

Otra de las cuestiones que puede ayudarnos a entender las altas expectativas de la candidatura lo encontramos en los problemas por los que atraviesa el rival que teóricamente infunde más respeto: Trieste. La aspirante italiana se ha enfrentado en los últimos meses a serios problemas judiciales sobre los terrenos del viejo puerto propuestos como sede de la Expo. Y tanto es así que, como adelantó recientemente este periódico, el planteamiento avalado por el Gobierno de Berlusconi podría incluso contravenir el derecho internacional. Estas informaciones han generado una notable inquietud en la candidatura contraria que hasta ahora infundía mayor respeto en España. Tal y como están hoy las cosas, quizás deberíamos ir pensando más en los griegos: Tesalónica ha hecho sus deberes y no se ha visto envuelta en ningún escándalo. Tras superar con éxito la organización de unos Juegos Olímpicos este mismo verano, Grecia no ha tirado ni mucho menos la toalla.

Un asunto que no puede quedar al margen de este análisis es la celebración, el martes, de la cumbre hispano-francesa en Zaragoza. Para las aspiraciones aragonesas de albergar la Exposición Internacional del 2008 es un asunto de crucial trascendencia. Sobre todo si Jacques Chirac, presidente de la república vecina, anuncia su apoyo a la candidatura española, tal y como vaticina el alcalde zaragozano, Juan Alberto Belloch. Un gesto nítido hacia Zaragoza 2008, con las connotaciones que la fecha del bicentenario tiene para Francia y España, puede ser percibido como el espaldarazo definitivo para los países de la órbita francófona que aún puedan tener dudas sobre su parecer final. Conviene no olvidar que hay bloques, como el africano, fundamentales en foros internacionales como el BIE. La cumbre bilateral, que contará con la presencia de Rodríguez Zapatero en Zaragoza a sólo nueve días del desenlace final, es un gesto importantísimo cuya verdadera dimensión sólo podremos conocer unas horas después de la votación definitiva de París el próximo día 16.

La cumbre de Zaragoza debe ser importante también por que los gobiernos español y francés formulen algún otro compromiso concreto para Aragón y para su capital. Anuncios, que de producirse, cobrarían todavía más relevancia por la fecha en la que se producirían. Llevamos años dándole vueltas a los grandes proyectos de comunicación que deben acercar los dos lados del Pirineo central. El más urgente sería el carretero, pues resulta lamentable que ambos países decidieran gastarse una millonada en la construcción del túnel de Somport y, una vez inaugurado, los vecinos galos hayan dejado la carretera de acceso en unas condiciones pésimas. Pero tampoco hay que desdeñar la necesidad de lograr un acuerdo ferroviario que permita avanzar en la planificación de una travesía ferroviaria de baja cota por el Pirineo central. Si modernizar el Canfranc puede ser importante, abrir el macizo al paso de trenes modernos, veloces y competitivos por el Vignemale es todavía más decisivo para el futuro de una comunidad que no puede dar la espalda a Europa.

Es todavía pronto para lanzar las campanas al vuelo, aunque está claro que la candidatura zaragozana tiene hoy más posibilidades de éxito que hace sólo unos meses. Al final, y dado el carácter secreto y no justificado públicamente de la votación, será difícil determinar por qué se ha ganado o por qué se ha perdido. Las otras dos ciudades que se juegan el 2008 y parte de su modernización en París tienen posibilidades y seguro que confían en el resultado final, pero al margen de cuál sea esta decisión Zaragoza ya ha ganado. Ha demostrado al país y al mundo voluntad de ser, de existir y de reivindicarse como una urbe capaz de aunar voluntades, de confiar en un proyecto y de colocarse en el mapa de las ciudades europeas con empuje y determinación. jarmengol@aragon.elperiodico.com