Desde hace ya demasiado tiempo no dejan de surgir diferencias entre el Gobierno de Aragón y el Ayuntamiento de Zaragoza a propósito de la urbanización del entorno de la estación Intermodal, asi como de otras cuestiones relacionadas también con la planificación de la capital. Es un forcejeo, no por desmentido menos evidente, que resulta inexplicable para la ciudadanía y perjudicial para todas las partes.

En un momento crucial para el desarrollo futuro de Zaragoza y a pocas semanas de que el BIE tome decisiones sobre la Expo del 2008, esta incomprensión mutua no va a beneficiar las aspiraciones de la ciudad. Proyectos de envergadura como los que están sobre la mesa sólo pueden abordarse con garantías de éxito cuando todas las administraciones son capaces de trabajar en común. El complejo entramado institucional de vertebra el Estado español de arriba abajo y desde los centros a las periferias requiere, para funcionar con eficacia, el consenso previo entre todos los niveles, la colaboración activa y sobre todo la capacidad de compartir objetivos sin ridículos afanes de protagonismo. Esto es lo que deben entender de una vez tanto quienes gobiernan Aragón como quienes rigen el Ayuntamiento zaragozano.