En medio de una precampaña que calentaba motores con la polémica en torno a los «viernes sociales» y la irrupción de la movilización feminista del 8-M como nuevo frente de las guerras culturales entre derecha e izquierda, la divulgación de sendas misivas por parte del presidente de la república francesa Emmanuel Macron dirigiéndose a la ciudadanía europea y del candidato a la alcaldía de Barcelona y ex primer ministro galo Manuel Valls haciendo lo propio con la española ha podido pasar desapercibida. Sin embargo, ambas epístolas contienen mensajes de gran calado que devuelven el debate político al terreno de la propuesta, sacándolo de las arenas emocionales que predominan en las redes.

La primera y más ambiciosa de las dos iniciativas fue la de Macron, que abrió el pasado martes el melón de un debate sobre la Unión Europea después de años de una deriva que se remonta al rechazo del proyecto de Constitución en 2005 (entre otros, por los propios franceses), que tuvo su piedra de toque en la crisis financiera de 2008 (con la secuela de una crisis de deuda que amenazó la integridad de la zona euro) y que ha alcanzado el clímax con el sonoro epílogo del Brexit. Nunca antes un líder europeo se había dirigido a la ciudadanía de los países miembros en cada una de sus lenguas, generando esa opinión pública europea que siempre han echado a faltar los críticos, para reivindicar unos valores comunes. Frente a la «mentira» y la «irresponsabilidad» de populistas y nacionalistas de un lado, y a la trampa de la «resignación» y el statu quo de otro, Macron aboga por un «renacimiento europeo» en base a tres principios: libertad, protección y progreso.

No son palabras vacías. El que fuera ministro socialista de Economía se atreve con temas de calado como la puesta al día del espacio Schengen, mediante una política de fronteras -y de asilo- común sin espacio para el voluntarismo: «Creo, frente a las migraciones, en una Europa que protege a la vez sus valores y sus fronteras», asegura. En materia de defensa, además de pedir un aumento del gasto militar de los países miembros, aboga por la creación de un Consejo de Seguridad Europeo y la articulación de una cláusula efectiva de defensa mutua. También hay un lugar para los anhelos y temores de las personas frente a la globalización, con la introducción de un «seguro social» que garantice la igualdad salarial a nivel europeo para el mismo desempeño, echando mano de un salario mínimo comunitario adaptado a cada país, pero negociado colectivamente. Otros pasajes, empero, no escapan a las tentación proteccionista, con la instauración de una «preferencia europea» en el mercado y la posibilidad de «sancionar o prohibir» la actuación de aquellas empresas que «atenten contra nuestros intereses estratégicos y nuestros valores esenciales». Clara respuesta a la declaración de guerra comercial mundial realizada por el presidente estadounidense Trump.

De momento, el envide, que llama a la celebración de una Conferencia por Europa, ha quedado sin respuesta por parte del resto de mandatarios de los 28 (Macron está convencido de que el Reino Unido se mantendrá dentro si se acometen los cambios necesarios en el club). Tampoco en España se ha producido esa reacción..., salvo en un caso: el del ex primer ministro francés Manuel Valls, que realizó una especie de transposición de la misiva, con mención expresa a su excompañero de partido. En ella, el cabeza de cartel de una plataforma en la que figuran C’s, Lliures y UpyD insta a Pablo Casado, Albert Rivera y Pedro Sánchez a cerrar un pacto «que garantice la gobernabilidad (…) sin condicionantes de formaciones políticas ajenas al orden constitucional». Los ecos con el mensaje de Macron sobre la gravedad del momento se suceden y hay una advertencia clara frente al «estancamiento» que puede provocar una «legislatura agitada y estéril» como pasto para la aparición de más «desencantados». También hay valentía, como muestra la denuncia del pacto implícito en Andalucía como «un ejemplo de lo que la democracia española debe evitar» y la condena de la dependencia de los votos de Vox como una «cesión significativa a la derecha radical». (Nota mental: pese a sus buenas intenciones, tradicionalmente los afrancesados han corrido muy mala suerte en España.) H *Periodista