Mi bueno amigo Juan Peñas me rescata un tuit del referente Carlos Barrabés para centrar la discusión --en buen tono-- en el centro de lo razonable. «Necesitamos pausa, necesitamos pensar. Y eso requiere tiempo, talento, silencio y espacio», razona Barrabés. Y la pregunta es: ¿cuánto tiempo, talento, silencio y espacio necesitamos? O mejor aún: ¿quién lo gestiona?

Una reflexión plausible en este confinamiento con excepciones --más que una libertad plena con límites-- que debe contagiar a nuestros representantes en este tiempo de zozobra. La gestión en tiempos de coronavirus debe ser la razón máxima de nuestras preocupaciones. Está en juego casi todo lo que hemos construido. Y un poco más de lo que hemos proyectado.

La pregunta es pertinente: ¿está la clase política preparada para gestionar lo que está por venir? Es la reflexión de Barrabés expresada en el cuerpo de la gestión administrativa: tiempo, talento, silencio y espacio.

Está claro que no. O al menos, no es suficiente el papel de la política para lidiar con este miura. El reconocimiento a que no existen las soluciones fáciles en las complejidades de una pandemia es una reflexión ausente en áreas de la administración. Más aún en los que con demagogia aspiran a responder todo.

El filosofo griego Epicuro manifestaba que «la prudencia es el más excelso de todos los bienes». La confianza en el placer razonable basada en la ataraxia. Una aseveración que durante la pandemia se ha manifestado en la virtud del entendimiento de lo público con lo privado.

La conjunción de la buena gestión privada en la búsqueda de soluciones en un contexto cambiante con la prudencia para trasladar un mensaje de esperanza de lo público hacen el mejor tándem. ¿Qué hubiera sido del país estas semanas sin el esfuerzo de las empresas en ayudar a la Administración?

El agradecimiento al papel de la empresa ha sido reiterado con insistencia tanto por Javier Lambán como por Mayte Pérez en cada aparición pública. No así el Gobierno de España, incidiendo aún más en sus errores.

La postura del acuerdo entre lo público y lo privado en tiempos de coronavirus debe ser la máxima expresión de un liderazgo político que se precie. La clase política debe insistir en asumir un liderazgo hercúleo de la mano del empuje innato de la sociedad civil. Es un giro de 180 grados tan necesario como vital que no podemos obviar. Sin monólogos, ni descalificaciones. Tan solo buena gestión.