La Sociedad Geográfica Española acaba de editar un libro tan fastuoso como interesante, Peregrinos hispanomusulmanes a La Meca (Ediciones Lundwerg). Protagonizado por una selecta nómina de grandes viajeros que, desde la península ibérica, a la sazón dominada por los árabes, viajaron a la ciudad santa de la fe musulmana, dejando testimonios de sus crónicas, o rhilas, a partir del siglo XI.

El padre de este género narrativo fue el malagueño Ibn al-Baytar (1170-1248), uno de los sabios más influyentes de Al-Andalus, que llegaría a convertirse en el director de los jardines de Damasco y en uno de los sabios botánicos más destacados de su época. Otro gran viajero, Ibn Yubair, nacido en Játiva, dejó crónicas de los países ribereños del Mediterráneo y Oriente Próximo, tras una vida llena de aventuras. Siguiendo los preceptos islámicos, estos audaces cruzaban el Estrecho y en frágiles barcos continuaban la navegación hasta El Cairo. Desde allí preparaban el tramo final de su peregrinación a La Meca.

La ‘rhila’, género narrativo hispanomusulmán durante el período de Al-Andalus

Algunos de estos héroes son muy conocidos, como Ibn Jaldun, uno de los primeros historiadores a los que podemos considerar estrictamente modernos; el geógrafo Al Udhri o Al Shustari, creador del zéjel de inspiración religiosa. Otros, como el matemático Al-Qalasadi o Abu Hamid al-Garnati, extraordinario escritor, son menos célebres, siendo sus rhilas igualmente valiosas.

Kairuán y su mezquita, la Ruta de la Seda, el Faro de Alejandría, la Mezquita de Córdoba, la Alhambra o la Aljafería son referencias de constante mención en los textos citados, acompañando muchos de estos monumentos a la edición en forma de bellas ilustraciones.

Bellísimos grabados, como el del explorador inglés Daniel Clarke que, en 1798, reflejaba la mezquita Attarine de Alejandría, o la vista de Damasco de Olfert Dapper (1677) aportan al lector una nítida impresión de la magnificencia oriental en el ámbito de las peregrinaciones religiosas. Y manuscritos, como el de Omar Patún, conservado en la Biblioteca de las Cortes de Aragón, se dan la mano, por ejemplo, con los Libros de Oraciones del Museo Benaki, en Atenas.

Un valioso testimonio.