La arremetida de la ultraderecha surgida de las cavernas del neoconservadurismo americano (y sus redes europeas) ha sido de tal envergadura que ni Francia ha podido evitar la crisis y el espectáculo de una izquierda gobernante que de tal solo tiene el nombre. Europa, con la excepción de una prepotente Alemania y un Reino Unido que como siempre va a lo suyo de la mano de sus primos yanquis, ha sucumbido y el estado de bienestar hace aguas por doquier. Los tambores de guerra suenan con fuerza y la vuelta a la guerra fría anuncia sangre, sudor y lágrimas. Pero que no cunda el pánico porque la socialdemocracia europea tiene la firme convicción de remediar el marasmo. Ahí está la optimista fotografía del español Sánchez, el holandés Samsom, el italiano Renzi y el francés Valls vendiendo futuro en Bolonia. Los cuatro con las camisas remangadas (todas de manga larga y blancas), vaqueros azul oscurito con matices, bien peinados y con un moreno discreto, han manifestado su compromiso de transformar "la unión económica en una unión de ciudadanos" y la voluntad de "reinventar la izquierda". Lo siento pero mucho tendrán que explicar y cambiar para hacerse creíbles. De momento, el español Sánchez, definido como "el guapo de la izquierda" solo parece un palmero de lujo que toca al ritmo marcado por Felipe González y sus socios, mientras que Valls es aplaudido por los banqueros y empresarios franceses y Samsom idem de idem. Solamente se salva Renzi, aunque ya veremos. Profesor de Universidad