Hace una semana estábamos esperando la inminente clarificación del panorama político en el sopor de una campaña electoral con muy pocos alicientes, salvo saber si el PP iba a obtener o no la mayoría absoluta. Sin embargo, llegó el 11-M y un verdadero seísmo conmovió nuestras vidas. Llegaron juntos el dolor, la indignación y un puñado de preguntas que el Gobierno de Aznar se iba encargando de soslayar por la cuenta que le traía. La ciudadanía reclamaba saber la verdad, pero los "populares" hacían juegos malabares con ese tono de voz y esa mirada parecidos al tono y la mirada de sus respectivos directores espirituales y que tan bien encarna Acebes: no mienten, sólo defienden la verdad, encerrándola en su bendito fanal; no manipulan, sino que pretenden llevarnos por la senda del bien; dicen no ser electoralistas, pues sólo quieren el poder por Dios y por España.

Alguno se preguntaba si con el candidato Rajoy, que casi todo el mundo daba por vencedor, cambiarían algo las cosas respecto de los ochos años de mandato de su predecesor. Vana y huera pregunta, si nos atenemos al principio orteguiano de que Rajoy, como todo hijo de vecino, es Rajoy y sus circunstancias. Puede que se hubiera vestido de seda, puede que su talante tendiese menos a la bronca, puede que en su sala de cine habrían podido verse de nuevo películas en tecnicolor y no sólo en blanco y negro, como hacía Aznar, para el que todo era y es o blanco o negro. Sin embargo, las circunstancias son las que son y Rajoy hubiera sucumbido, probablemente sin mucho disgusto, a las presiones, los intereses, los poderes fácticos y las trilaterales celtibéricas e internacionales más o menos soterradas. Es decir, a la derechona.

LA NOTICIA, mucho antes de celebrarse las elecciones, era que Aznar desaparecía del panorama político (¿recuerdan ustedes el júbilo y el alivio con que cantaron en Ferraz y en muchos hogares, calles y ciudades de España la noche del 14-M: "vivir sin Aznar...¡qué felicidad!"?). Aun a riesgo de personalizar en demasía unas lamentables actuaciones políticas, una gran parte de la ciudadanía no se explicaba cómo una mediocridad como Aznar, movido por un mal disimulado complejo de inferioridad-superioridad, ha sido capaz de hacerse la foto en Las Azores con Bush y Blair, embutirnos en el ciclópeo lío de la invasión a Irak, ponernos en el punto de mira de unos terroristas dementes y arrojarnos indirectamente al horror. Aznar recibió hace unos meses en Estados Unidos un galardón como gran estadista internacional, lo que no es verificable ni refutable, pues casi todo depende del color del cristal con que se mira. Sin embargo, lo cierto es que Aznar se ha ido convirtiendo en todo un paradigma de manipulador, de fundamentalista y de embustero. Su España de banderas, broncas y eslóganes patrioteros ha acabado sumiéndonos en la consternación, la impotencia y el dolor de un jueves de pesadilla. Aznar no debía irse de rositas, entre fanfarrias y verdades distorsionadas. Así, como el pueblo suele ser sabio y certero, el 14-M Aznar tuvo su merecido.

SEGUN la voluntad del pueblo soberano, ahora el poder es de Zapatero y del socialismo. Sin embargo, los socialistas no deberían llevarse a engaño: muchos de sus votantes querían sobre todo que Aznar y los suyos hicieran mutis por el foro, borrar de su memoria la arrogancia, la prepotencia, la descalificación sistemática, la bronca permanente, la propaganda gruesa y tosca. De momento, Zapatero está dando muestras de un talante más sosegado, de unas maneras acogedoras y dialogantes, de unas promesas concretas y factibles.

Sin embargo, el socialismo español tiene casi todo aún por hacer y demostrar al pueblo español: en primer lugar, que no va a incurrir en los errores y las torpezas de otras épocas anteriores y que tiene en este sentido la lección bien aprendida; en segundo lugar, que tiene planes, proyectos, ideas que llevar a cabo y que tiene la voluntad firme de hacerlos realidad sin dilación ni vacilación; en tercer lugar, que no sólo son buenos gestores, administradores y ejecutivos, sino también políticos (en el sentido más hondo y radical de la expresión), socialistas (sin retóricas, pero también sin rubor) y garantes y procuradores del bienestar y los derechos del pueblo.

Enhorabuena y ánimo, pues, a Zapatero y los socialistas. Hay que esperar que se pongan manos a la obra cuanto antes, pues se lo deben a tantos millones de ciudadanos que les han otorgado su voto y, sobre todo, a los 201 muertos y 1.500 heridos del 11-M. Por ellos y por todos. Para ellos y para todos.

*Profesor de Filosofía