Me identifico tanto con Màxim Huerta… Sí, el flamante ministro de Deportes que no hace deporte. A pesar de que le han revisado los tuits del derecho y del revés y, por supuesto, le han encontrado de todo, Huerta ha decidido que no borra su pasado en la red. ¿Acaso no se puede cambiar de opinión en esta vida? ¿Acaso no se puede uno equivocar? Yo, que tantos años llevo escribiendo, he puesto negro sobre blanco cosas que hoy no escribiría. Pero ahí están, para las malditas hemerotecas. Firmadas y todo. Huerta ha escrito que no le gusta practicar deporte, pero que el deporte, en sí, claro que le gusta. A mí, ni eso. Y a pesar de todo lo considero una parte importantísima de la educación de los niños, al mismo nivel que cualquier otra materia escolar. No veo los partidos señeros de fútbol, no me interesan las finales de tenis, y el ciclismo en la televisión me causa un sopor cercano a la catalepsia; las motos y los coches, en cambio, me irritan. ¿Quiere eso decir que estoy incapacitada para ser ministra de Cultura y Deportes? Hombre, en mi caso sí, pero no por mi poco apego a la materia.

En el caso de Màxim Huerta le incapacitaría no amar la cultura y a los creadores; no apreciar los valores y la épica del deporte; no creer que el poder del pensamiento, de la educación, de la creatividad, de las ideas, es lo que puede mover el mundo. Cuando piensen que Huerta no está a la altura del cargo, acuérdense de José Ignacio Wert. Hasta un mono con dos platillos lo habría hecho mejor, y nadie se cuestionó, de partida, su nombramiento.

*Periodista