Cuando el Decreto de alarma establece el mando único se acusa al Gobierno Central de autoritarismo y se reclama las competencias para las comunidades autónomas. Cuando el Gobierno habla de cogobernanza y deja que sean los Gobiernos autonómicos los que decidan sobre las medidas para intentar controlar la pandemia, entonces la cuestión es que el Gobierno de Pedro Sánchez hace dejación de responsabilidades. ¿En qué quedamos? Cuando en el órgano de coordinación se toman acuerdos, aparecen la esperpéntica presidenta de la Comunidad de Madrid y su «tragalotodo» vicepresidente, marcando distancias, plantando cara al Gobierno y exhibiendo siempre un afán de originalidad digno de mejor causa. La cuestión es llevar la contraria. Se inventan películas, como esa de que les llegarían menos vacunas, y proyectan ideas paranoides, como si lo que les pasa a los madrileños solo les interesase a ellos mismos. Y cuando la realidad, los datos, les obliga a aceptar las recomendaciones, lo hacen clandestinamente, para que no se note demasiado que su gestión es un esperpento, un sinsentido, y va contra la lógica y las recomendaciones científicas. Porque en plena pandemia, con miles de muertos y los que pueden venir, siguen con el rollo de salvar la economía con la coartada ideológica de «salvar la navidad». La navidad a esos que proponen volver a los fusilamientos y a estos que los justifican, les importa un bledo. Confieso que escuchar a los y las portavoces de las derechas en estas circunstancias me altera el ánimo. Porque de lo que se trata no es de velar por la salud de los españoles. El objetivo, aquí y en Madrid, es deteriorar al Gobierno con cualquier motivo real o inventado. Sobre todo inventado. Y recuperar el poder que consideran arrebatado por quienes ganaron las elecciones. Hartos nos tienen. Ellos y sus voceros de allí y de aquí.