Ayer recibí el habitual correo que Paco Goyanes, alma con Ana Cañellas de la librería Cálamo de Zaragoza, nos regala con periodicidad, en el que nos recomienda libros y, de paso, se desahoga sobre las amarguras de su profesión y el estado general de la lectura. Paco cerró la librería, nos cuenta, este sábado pasado. Otro aprovecharía para pedir que compremos online, porque estamos en tiempos propicios para la lectura. Pero Paco no. Paco es un humanista. Paco ha pensado en los repartidores, en el servicio de correos, y nos dice que pensemos nosotros también en ellos. ¿De verdad no tenemos suficiente lectura en casa? ¿De verdad necesitamos comprar ropa, o cualquier otro objeto prescindible en estos momentos? Si las condiciones de reparto ya de por sí son penosas, ahora encima todos esos profesionales sobreexplotados se enfrentan a una pandemia a pecho descubierto.

Oigo en la radio el lamento de los dueños de pequeños comercios que van a tener que cerrar, porque temen, con razón, que nos acostumbremos a la compra telemática y dejemos de lado el comercio de proximidad. Una amiga, confinada con síntomas del coronavirus (los afectados son muchos más de los que dan en cifras oficiales, piensen en todos esos a los que las autoridades ya no hacen la prueba porque tienen síntomas leves), esa amiga, les decía, me preguntaba ayer si volveremos a ser normales alguna vez. Y yo le contesté, porque así lo creo, que seremos diferentes, pero que eso no significa que tengamos que ser peores. Pensemos en cuando podamos salir de nuevo a la calle, en cómo vamos a consumir y a quién se lo vamos a comprar. Pensemos en lo que le está haciendo la globalización a nuestras vidas. Ahora tenemos tiempo.

*Periodista