Son muchos los que celebran que toda la información deseada esté en la nube al alcance de cualquiera con sólo una pregunta a Siri o un clic después de pedir respuesta por escrito al servidor que corresponda. Me refiero a todos los temas cuya información se ha depositado antes -por supuesto, en letra muerta- en archivos y bibliotecas, esperando que alguien la resucite para su provecho ya sea acercándose a la vieja usanza al cementerio donde reposa o -lo más probable- sin dar un solo paso: virtualmente, accediendo a ella que anda por ahí perdida y desprendida en la red o por las nubes.

Pero una cosa son los temas sobre los que se habla y la información general que precisa la gente y otro los problemas que tenemos las personas con los pies en tierra en situaciones dadas. Y otra los contactos que tampoco son como los compañeros con quienes se comparte el pan y la palabra en el mundo de la vida, donde estamos y nos encontramos: existimos realmente, y nos encontramos virtuosamente si queremos y nos queremos. Sin andar por ahí enredados y enredando, entretenidos muchas veces, comprometidos menos y existiendo apenas realmente como personas. Más informados que formados como personas humanas.

Rodeado de libros en mi despacho me pregunto para qué los quiero y qué va a ser de ellos en el futuro. ¿Irán a parar a la fosa común como los cuerpos que se pudren, una vez salvada la información que contienen como el alma que va a los cielos? Pero el problema no es ese salvo para los libreros. No para mí, que todavía los leo y no los vendo. Y hasta escribo y publico alguno, que vender es otra cosa.

El problema humano que nos afecta a todos es otro. Yo le llamaría la pérdida de la palabra cabal, que es el diálogo y la conversación. Porque las personas nos entendemos hablando, nos atendemos y nos encontramos: nos realizamos como personas entre nosotros y con nosotros. En presencia, y sin remedos. No enredando y enredados, conectados y encerrados como nudos. Sino abiertos y abrazados, cogiendo la mano que se ofrece y el cuerpo que se entrega. Como la palabra que se oye sin cera o tapones en los oídos y se escucha sin perjuicios en la mente. Que no se traga ni consume, que discurre entre nosotros como el hilo que nos cose. Que va y viene entre dos bandas, en zigzag hacia delante. La palabra viva no es un medio para hacer algo, un instrumento, es el medio en el que nos hacemos y vivimos. Su pérdida nos aburre y embrutece. Nos sitúa no ya entre los animales sino por debajo de ellos. Somos burros por nuestra culpa. Nada que ver con Platero, que era inocente como todos saben.

Y ese problema, la palabra relegada, no puede quedar en tema. No desde luego en un tema más para un artículo como tantos otros y peor que otros -sin lugar a duda- que puedes encontrar en la nube sobre el mismo asunto. No está escrito este para dar que hablar sobre algo. No ha sido esa mi intención, aunque en eso puede quedar si tu mismo no lo piensas y otros como tú no se deciden a asumirlo como problema y a resolverlo en su mundo con los suyos, en el mundo de su vida, fomentando el encuentro por la palabra y en la palabra. Que eso es -hablando mal - una pasada: la ¡hostia!- y hablando bien o para entendernos mejor: como la primera comunión para los infantes que dejan de serlo.

Pero lamentablemente la sociedad de la información ha relegado lo que sigue siendo el futuro de la humanidad: la comunicación viva, artesana y ecológica -de cercanía- la conversación y convivencia con los vecinos, y ha optado por la información virtual de todos y para todos los individuos que la consumen. Y eso es una maldición que suena como aquella que dice: ¡Con su pan se lo coma! Que es lo que merece el que pasa de los demás y va a lo suyo encerrado como un caracol y proyectado como una bala perdida.

Daría por bien empleado mi tiempo, si el tuyo fuera lo que deseo para todos mis lectores. Un pretexto para compartir algo más que una opinión con tus compañeros. No un simple comentario. Sino un diálogo, una conversación entre vosotros. Un pretexto para vuestra palabra y vida. Aunque seguramente -sin duda alguna- tendréis otros problemas más importantes de que ocuparos y algunos temas para entreteneros mejor este verano.

*Filósofo