El nuevo año nos está deparando magníficas noticias en relación con la lucha antitrasvase. Los Reyes Magos han traído un cargamento de esperanza a la comunidad autónoma de Aragón. No así a Murcia, al palacio del sátrapa Valcárcel, donde han descargado sacos de espeso carbón.

Recientemente, como quizá sepan ya la mayoría de ustedes, el nuevo gobierno de la Generalitat desvelaba un informe de la Agencia Catalana del Agua según el cual no eran, son ni serán necesarias transferencias de agua del Ebro a la comunidad vecina. Más claramente: que Cataluña, pese a su alto consumo hídrico, tiene y tendrá reservas suficientes para acometer su futuro y su envidiable desarrollo. Sobre esta evidencia, Maragall, Carod-Rovira y Joan Saura han renunciado oficialmente a los doscientos hectómetros cúbicos pactados por Pujol y Aznar en su concubinato político, extinguido ya, pues ambos (por fortuna) son ya pasto de la historia, del río que los lleva.

La otra buena noticia es que el Partido Socialista de José Luis Rodríguez Zapatero --¡al fin!--, se ha pronunciado con claridad sobre el Plan Hidrológico Nacional, ese aborto legal del también periclitado Matas: simplemente, no lo quieren. Y, como no les gusta, ni les parece justo, ni solidario, lo van a cambiar.

De esta manera, las tesis de Marcelino Iglesias, del citado Maragall, Cristina Narbona y otros referentes del cambio tranquilo se han impuesto al egotismo de Chaves, o a la rústica simplicidad de Rodríguez Ibarra. Si en el próximo mes de marzo el PSOE llegase al poder, si Bambi pasa a comandar el parque de los ciervos de Moncloa, suspendería las licitaciones y convertiría en papel mojado las perniciosas leyes y los mezquinos decretos con que se ha pretendido apuntalar el trasvase del Ebro. La decisión programática, federal, del principal partido de la oposición recoge la lucha de Aragón, aporta una sustancial bombona de oxígeno a la conservación del Delta y remacha otro clavo en el ataúd europeo que poco a poco, tabla a tabla, se va construyendo en el despacho de la comisaria medioambiental, Margot Walström.

Frente a este diluvio de argumentos y razones, frente a Aragón y Cataluña, frente al resto de partidos, fuerzas ecologistas, sociales, universitarias, sindicales, etcétera, los diputados del Partido Popular harán campaña a favor del trasvase, luchando, agónicamente, por ejecutar la vendetta contra las comunidades rebeldes.

Así, si Rajoy no cambia de opinión, asistiremos al patético espectáculo de un expresidente de Aragón, Santiago Lanzuela, defendiendo el expolio del Ebro en la circunscripción turolense. Y a una exalcaldesa de Zaragoza, Luisa Fernanda Rudi, dando el timo a cambio de otra estampita en la carrera de San Jerónimo. Claro que Lanzuela, el mismo que se comprometió a no dejar salir de Aragón una sola gota de agua (ver hemerotecas), no es ya aquel rubio caballero abanderado con la ética, sino un canoso funcionario del poder. Y Rudi, es sabido, ha demostrado tener un estómago como la caldera de un buque de guerra (la metáfora, demasiado buena para ser mía, pertenece a un viejo maestro de la novela policíaca, Peter Cheyney). Ellos verán...

*Escritor y periodista