Si convertimos los objetivos en metas, todo se reduce a ganar. En consecuencia necesitamos o nos inventamos adversarios, que pueden ser personas, situaciones o cosas. Es mejor que nos fijemos un horizonte y no una línea de llegada. Si queremos vencer siempre, nos arriesgamos a que la frustración nos derrote. La competición es buena si forma parte sustancial del camino y no se reduce al podio final. Como explicamos en psicología del deporte, la clave no es aprender a ganar o perder. Lo fundamental es saber competir.

El esfuerzo no se debe centrar en el resultado final, sino en aplicar lo que aprendemos, junto a nuestras capacidades y las condiciones que se dan, para lograr el mejor resultado posible. Eso es el éxito. Diferente del reconocimiento ajeno. Porque el aval de los demás proviene de la percepción externa. Mientras que la satisfacción es personal e intransferible. La igualdad de oportunidades solo es justa cuando las reglas de la competición son idénticas para todos.

El problema es que nos encontramos ante un mundo diseñado para ganar o perder, no para competir. Se valora el triunfo, no el éxito. Se rechaza el fracaso y no la desigualdad. En la valoración personal o profesional de las vidas se resalta hasta dónde ha llegado alguien y qué es. Pero queda invisible lo más importante: cómo ha llegado, y con qué medios, según sus particulares condiciones. Sin esta parte de la ecuación, el resultado no puede ser certero. La selección de una candidatura para un trabajo debería tener en cuenta estas variables. La reflexión sobre una decisión vital, también. El apoyo psicológico para fortalecer estrategias cognitivas de análisis, y ayudar en la toma de decisiones, debe evaluar los medios disponibles y no solo los fines deseados. De esta forma, el camino para llegar a una meta será un objetivo que formará parte del éxito, si lo recorremos compitiendo como mejor sepamos hacerlo.

"Sálvese el que tenga"

El plan de vacunación frente a la pandemia se ha convertido en un compendio de metas en el que las únicas reglas son el negocio y el egoísmo. La Unión Europea se mosquea porque no llegan las dosis suficientes. Las farmacéuticas se esconden en sus beneficios, que entienden más de dinero que de salud. La carrera por el antídoto, de unos países contra otros, transcurre con el lema del «sálvese el que tenga». Y está patrocinada por la subasta de sus creadores.

Nos sorprendemos de un resultado, acorde con el funcionamiento de ese libre mercadeo que hemos dejado, o alentado, acampar a sus anchas. Las vacunas y medicamentos básicos deben ser un derecho de acceso universal. Por buenista que suene, la gestión debería corresponder a una institución de rango mundial. Lo lógico es que la Organización Mundial de la Salud, dependiente de la ONU, regulara la investigación, recursos, distribución y aplicación de este y otros fármacos. La universalización es un concepto más progresista que la nacionalización. Lo sensato sería que no hubiera una puja entre países o continentes, ni entre hemisferios o PIB. Pero si no hemos sabido evitar guerras, hambrunas y pobreza infantil, desde las Naciones Unidas, parece utópica esta perspectiva. Pero avanzar hacia ese horizonte ya sería un éxito.

El ejemplo de este despropósito planetario también lo sufrimos en nuestro país gracias a la privatización que impulsan las derechas. Debilitamos primero la sanidad pública para que, tras los problemas, necesitemos pagar a la privada con los recursos de todos, demostrando la debilidad de lo común. El crimen perfecto.

Nuevos orificios

La ciencia sigue dando pasos frente al virus. China avanza en su aperturismo y sugiere hurgar en lo más hondo de nuestro ser, y nuestro sentar, para que el bastoncillo analizador haga su trabajo en nuevos orificios de forma hisoportable. Un virus, dos sistemas. La economía y la política llegan hasta el final del intestino. Al menos cobran sentido las siglas PCR (Prueba Culo Rectal). Aunque la amenaza de este test anal quizás sea la mejor forma de prevención. La elevación de nalgas aplana curvas.

En España, el gobierno mantiene la protección de los erte hasta junio. El BOE del miércoles certifica el refuerzo y consolidación de medidas sociales para defender el empleo. En la misma publicación se sancionaba el cambio de ministros. Si Cataluña necesita un filósofo, para la reflexión del reencuentro, a España no le vendrá mal un catalán con seny. Aragón ha aprobado el plan Remonta. Tanto montan, montan tanto, Lambán, Gracia y Rando.

Un buen acuerdo para ayudar al empleo de la nieve que, por sus características, se había quedado descolgado de dichas ayudas. En Zaragoza pintan bastos. Azcón prefiere financiar la educación concertada o apoyar a entidades antiabortistas, como el desmadre de Redmadre, para contentar a su socio de Vox, antes que priorizar la inversión social ayudando a los sectores afectados por la pandemia. Sigue llorando ante Sánchez para quejarse de lo que pide, mientras dispendia lo que tiene sin atender a los zaragozanos que más lo necesitan. Este año nuestro alcalde se perdió una de sus procesiones preferidas para rendir sometimiento público a la iglesia católica. Como nos quedamos sin roscón, y sin ventolera, nos deseamos un San Valero vacunero. Con tanto hisopo, arriba y abajo, vamos de báculo.