Se celebró ayer en Zaragoza la cumbre hispano francesa, y todo transcurrió como una seda desde que el lunes empezaron a llegar a nuestra ciudad las delegaciones. El éxito de estos encuentros depende del cuidado que se pone en los preparativos, y en este caso se hicieron con mucho esmero pues los anfitriones han tenido un rival de postín: el presidente de la Generalitat de Cataluña. Pasqual Maragall se había empleado a fondo para que Barcelona fuera sede de esta cumbre, pero Marcelino Iglesias ya había jugado su baza y la jugó con tozudez.