Mientras escribo, unos días antes de que empiecen nuestras fiestas mayores, los nubarrones se han instalado esta semana amenazando empañarlas, debido al anuncio de la visita de Ada Colau por la concesión a Barcelona de la Medalla de Oro de la Ciudad, medalla que está prevista entregársela, en el Pregón, como representante de su ciudad. Esta decisión fue tomada, por unanimidad de los grupos en el ayuntamiento el pasado 22 de septiembre, porque la capital aragonesa quiere sentirse solidaria y unida contra el dolor y la barbarie que sufrió Cataluña el pasado 17 de agosto con los atentados yihadistas, reconociendo la labor de la población civil.

Todos recordamos que España entera, incluidos los aragoneses, se manifestó en apoyo solidario en contra de estos atentados, porque si hay algo que tenemos claro es que, pase lo que pase en Cataluña o en cualquier lugar de España, afecta al sentido que tienen los ciudadanos de nuestro país, de la paz y de la merecida democracia. Si el apoyo fue manifiesto, en ese momento de terror, y si la decisión de conceder la Medalla de Oro fue por unanimidad de los grupos políticos, nada tendríamos que objetar, aunque resulte per se forzado por lo que significa, conceptualmente, la concesión de dicha medalla. Con lo que está cayendo, y viendo las movilizaciones de los zaragozanos, en las redes sociales, en contra de ese acto de entrega y más de que la alcaldesa salga al balcón del ayuntamiento, lo mejor es que el alcalde invite a la Sra. Colau a una merienda de cortesía y que el AVE haga el resto. Será una manera de tener la fiesta en paz, de lo contrario no quisiera pronosticar que: «roto casi el navío, huyo de aqueste mar tempestuoso».

*Pintora y profesora