Calles, bares y restaurantes, teatros, recintos, domicilios... las fiestas del Pilar lo llenan todo en una Zaragoza que abre así un paréntesis de alegría y felicidad en medio de las tribulaciones habituales. Hoy, la ofrenda de Flores marcará la pauta del día más grande, con un programa repleto de ofertas para todos. La asistencia y la participación bate récords un año más. El modelo evoluciona pero se atiene a un exitoso patrón que viene de años atrás.

Resueltos por fin anteriores conflictos relativos a las grandes carpas, la realidad ha demostrado que estas fiestas, capaces de concitar muchedumbres inabarcables, dan mucho juego. De hecho, la programación de actos puede y debe ampliarse, al igual que los espacios susceptibles de convertirse en improvisado escenario.

Las fiestas del Pilar son además un momento clave para el negocio de la hostelería y de otros servicios de Zaragoza. Y ello con una inversión municipal que tiende claramente a reducirse mientras crece la proveniente del sector privado. Todo cuadra pues en unos días en los que, además de fiesta y jolgorio, siempre conviene derrochar civismo y empatía social. Para que no falte de nada.