Periódicamente aparecen las propuestas para acabar con el desempleo que proponen reducir el tiempo de trabajo y repartir los empleos. Hace unos años fueron las 35 horas frente a las 40 y ahora la semana de 4 días.

Lo adelanto. Creo que como medida para crear empleo no sirve. Al contrario, a la larga repartir el trabajo reduce el empleo total. La primera explicación radica en que el trabajo no es una cantidad fija. En un momento dado puede haber x millones de empleos, pero trabajo y necesidades sin cubrir, hay en cantidad ilimitada. Cuando se proponen esas medidas de reparto del trabajo se está poniendo la lupa en unos empleos concretos, en empresas determinadas o profesiones. Por ejemplo, si una empresa ocupa 100 empleados y reduce su tiempo de trabajo un 20%, se necesitan 80 trabajadores que pueden ser complementados con 20 nuevos contratos. Pero el mercado de trabajo en una economía no se explica así. El primer determinante de la demanda de trabajo es que se demanden productos y entonces las empresas contratarán trabajadores.

Los estímulos a la demanda eran la típica propuesta 'keynesiana' para alcanzar el pleno empleo. Para nada se basaba en limitar o estabilizar la cantidad de trabajo de la economía. Estimular la producción y la demanda es la vía para crear empleo. El aumento de la producción, la oferta, de hecho va a incrementar la demanda de productos y, consiguientemente, de empleos. Una parte de la oferta crea su propia demanda y el empuje del sector público se necesita cuando hay insuficiencia de demanda.

El aumento del tamaño de los mercados favorece la especialización productiva, incrementa la demanda y el crecimiento del empleo. Sustrayendo gente de la población activa o reduciendo su carga de trabajo, se reduce el mercado, el producto de una economía, entendido como la cantidad de bienes y servicios producidos que, primero, se reparten en forma de salarios y beneficios de la empresa y, posteriormente, el estado participa con los impuestos. En relación a cuánto se trabaja y a cómo se vive encontramos una diferencia notable si nos comparamos con los países nórdicos. En 2019 en España, la tasa de actividad era del 57,9% y en Suecia del 66,3%. Más gente trabajando, más riqueza disponible, y si además se la sabe repartir bien, se puede entender los diferenciales en los niveles de bienestar.

La idea de que el trabajo es una cantidad fija subyace en aquellos argumentos que dio una vez un ministro en los años 80. El desafortunado comentario señalaba que el desempleo en España se terminaba si las mujeres en vez de ir a trabajar se quedaban en casa. En fechas más recientes es el mismo argumento de que los inmigrantes quitan empleos. Todo lo contrario, el crecimiento de las tasas de actividad femenina y la inmigración han ampliado el mercado de trabajo español como nunca antes.

No obstante este error de la cantidad fija de trabajo también lo han cometido ilustres economistas como Keynes. En «Las posibilidades económicas de nuestros nietos», consideraba que el crecimiento de la productividad de las empresas, haría menos necesario trabajar tantas horas. Lo denominaba el dividendo de la productividad. Pues bien, hoy por hoy, globalmente no se ha cumplido. Trabajamos algunas horas menos a nivel individual que en una época pasada pero trabajamos más gente. Comparemos las tasas de actividad de la mujer española hace 50 años con el momento presente. En la actual estructura familiar, un sueldo da para poco. La semana de 4 días exigiría ser muy productivos, o sea que nuestra producción valiera mucho.

Asociada con la cantidad fija de trabajo esta la idea de que los empleos desaparecen, de que las máquinas quitan empleos. Pues tampoco. Los robots eliminan unos empleos y generan otros, que son, para empezar, los de crear los propios robots y desarrollar posteriormente todas sus aplicaciones y potencialidades. Lo podemos resumir en aquella explicación de la energía en la física: El trabajo, como la energía, ni se consume ni desaparece: se transforma. Esto nos emplaza a estar constantemente innovando y formándonos. Ciertamente es una carrera sin fin y los poderes públicos deben estar atentos para aquellos que no llegan pero el enfoque debe partir de otros supuestos que el de que el trabajo es una cantidad limitada. Ya sé que estas cosas no gustan de oír y que es más fácil vender humo y falsas ilusiones, pero, con todas las salvedades de las afirmaciones rotundas en ciencias sociales, creo que hay fundamentos para considerar erróneas las propuestas de reducción del tiempo de trabajo, como sistema de creación de empleo.