Vuelvo a Teruel tras el paréntesis navideño con la ilusión de que aquí el Sol, con mayúscula, existe y me arrodillo ante Ra en pleno Litle Bull para asombro de viandantes. Vuelvo a Teruel enfadado con este tren de baja velocidad a precio de AVE, pero me advierte una señora que quejarse ya no se estila en pleno 2020. Así que no debo protestar por haber estado tres meses viajando en blablacar, a mi edad, mientras duraban las obras, ni lamentarme porque las mejoras hayan afectado únicamente al tráfico de mercancías, olvidándose de los viajeros.

Tiene razón mi acompañante, la provincia ahora se cuela en todos los informativos, y hasta en El Intermedio, independientemente de sus temperaturas mínimas. No habrá conexiones con Madrid pero tienen hilo directo con Moncloa y, aunque el nuevo Gobierno dependa precisamente de ese hilo, han advertido que lo vigilarán cuatrimestralmente, pero no lo castigarán ni amenazarán con la ruptura. Tal elegancia en las formas supone un respiro en este sinvivir al que nos habían acostumbrado durante el último año.

Solo las dictaduras gozan de un Parlamento monocolor. Por aquí nos habíamos acostumbrado a que los nacionalistas de primera división consiguieran sus reivindicaciones apoyando a diestra y siniestra. Nadie se alteraba por ello, tal vez porque González, Pujol y Aznar actuaron sin histrionismo y sin contar lo que costaban aquellos pactos. Y de repente, Teruel es acusada de romper la unidad patria. No se me hubiera ocurrido ni en una novela de ciencia ficción. Y es cierto que tenemos un Congreso multicolor, con una minoría simple de grises. Una Cámara como la que tiene cualquier país de Europa, obligada a que los Verdes pacten con la derecha y cosas semejantes. Una Cámara, ahora, en la que las provincias de tercera van a tener al menos unos minutos de voz, con zeta.

Vuelvo a Teruel y aprovecho para comprar todo tipo de productos prohibidos por la minoría simple a precios nada prohibitivos. Aunque me advierten de que ya cotizan en bolsa gracias a una burda campaña. Me llevo trufa de Sarrión, aceite del Bajo Aragón, jamón de Teruel DO y chocolates Isabel, que son gloria bendita. Y regreso hacia las nieblas del valle feliz con tanta riqueza. Como para quejarme.

*Profesor