Al margen de cualquier sensación intelectual, causa pena ver el declive de este hombre que se aferra a las muletas, como el que se agarra a un tablón en medio del océano. El discurso del Rey, resaltado en todas las cadenas, es un golpe de efecto. Y como no estoy en el ajo de los entresijos palaciegos, soy incapaz de interpretar la escena, salvo anotando solo lo que veo. Un día se realizará una serie, un poco al estilo de House of cards, que produce e interpreta Kevin Spacey, que nos introduce en los albañales del poder absoluto, es decir, de la Casa Blanca, y el paisaje nos hace temblar. Un día, digo, se hará una serie en España, a poder ser con métodos americanos, para contar los últimos años del rey Juan Carlos. Hay mucha tela.

Porque, ahora, además de la energía que dedicamos a pensar en nuestro propio futuro, habrá que pensar también en este nuevo proyecto que se abre: ¿ya debe abdicar Juan Carlos? Por ahí irán los tiros de la información estos días. Pero les aseguro que a mis últimos entrevistados en la sección Palabra de honor, ese asunto no les interesa. Aprovechando las vacaciones navideñas he podido hablar con varios jóvenes aragoneses que estudian o trabajan fuera de España: en Finlandia, en Noruega, en Estados Unidos. Chic@s con un talento envidiable. Energía pura. Chicos que dado el panorama que contemplan aquí, no piensan volver para trabajar. ¡Todo este talento desperdiciado! No les interesa la Casa Real ni menudencias domésticas. Y nosotros, dando vueltas a la noria.