En 1922 escribía Max Weber que «hay dos maneras de hacer de la política una profesión. En efecto, se vive «para» la política o «de» la política.

Vive de la política como profesión el que aspira a hacerse de ella una fuente permanente de ingresos, y vive «para» la política aquel en quien no sucede tal cosa». Decía el científico social que los partidos son esencialmente «organizaciones patrocinadores de cargos», en cuyo caso su objetivo consiste sencillamente en llevar a sus jefes por medio de las elecciones al lugar director aunque carezcan de programa propio. Un segundo tipo de partido son «los de ideología» que proponen la implantación de ideales de contenido político.

Por lo regular, decía Weber, suelen ser ambas cosas a la vez aunque hay partidos de patrocinio de cargos, carentes en absoluto de ideología propia, que echan mano a cada elección de aquello que suponen tiene mayor atracción en cuanto a la atracción de voto. Vuelvo a los clásicos para reflexionar sobre la aparente ruptura de la foto de Colón, con los de Ciudadanos doblemente escandalizados por la corrupción sistémica del PP, que no habían visto hasta ahora, y con un nuevo tamayazo acusando a sus excompañeros de comprados a buen precio. No hay ideología, solo unos «interesados en la política» (en expresión de Weber) para alcanzar ingresos imposibles de otra manera. De estos los hay en todos los lados. Se compran fidelidades con cargos para los que no están cualificados o para que asesoren en materias de las que son absolutamente incompetentes.

Lo que menos importa es la ideología. En el barómetro del CIS del mes de enero los problemas políticos en general y el mal comportamiento de los/as políticos/as era una de las principales preocupaciones de los españoles. Pues tras el esperpento de Murcia y la última ayusada,