—¿Cómo está yendo su adaptación al club y a la ciudad en estas primeras semanas?

—Bien, bien. Estoy muy contento y feliz. Ya me habían hablado maravillas tanto del club como de la ciudad y lo que me habían dicho se quedaba corto. Es una ciudad maravillosa, un club muy familiar y todos desde el primer momento me están ayudando mucho y eso me da mucha confianza para jugar y motivarme día a día, porque esta oportunidad que me han ofrecido es muy bonita. Vine aquí por un objetivo y este club no puede seguir ni un año más en Segunda. Además estoy muy feliz de sentirme futbolista otra vez tras muchos meses parado.

—¿Qué le habían dicho excompañeros del Alavés como Vigaray o Dani Torres?

—Vigaray me habló maravillas. Me dijo que está muy feliz aquí, que le han dado la confianza para mostrar el nivel que tiene. En enero me llamaban todos los días Víctor y Lalo y es una motivación para mí que un club tan grande a nivel de España y Europa, aunque ahora esté en Segunda, se fijara en mí. Yo ya quise venir en enero, eso que salió por ahí era falso, pero entre clubs no se pusieron de acuerdo y el Alavés no me dejaba marchar del equipo. Sabían mi intención de venir aquí y quería volver a sentirme futbolista y allí el entrenador no contaba conmigo, así que Zaragoza era el sitio ideal. Dani también me habló muy bien y tras la desgracia de que un compañero se lesionara (Javi Ros) el míster me volvió a llamar y le di mi palabra de que quería venir e hice todo lo posible. Llamé al Alavés para que me dejaran y, aunque se complicó un poco, me lo permitieron. El Zaragoza apostó mucho por mí y se lo tengo que demostrar.

—¿Y Laguardia? Era el infiltrado, como le llamó cariñosamente Víctor Fernández.

—Es muy, muy buen amigo mío y me dijo que era una gran oportunidad para mí, que iba a estar genial. Ha sido de las mejores decisiones que he tomado.

—Entonces no hizo falta convencerle mucho.

—Hice todo lo posible para estar aquí antes, pero cuando me volvió a llamar Víctor le dije que haría todo lo que estuviera en mi mano para venir y ya en febrero el Alavés sí que me dejó y estoy muy feliz. Además me he encontrado un vestuario que es increíble y eso es lo que nos va a llevar al éxito. Nadie mira por sí mismo y eso al final va a dar sus frutos.

—¿Es Zaragoza el mejor sitio posible para regresar a su mejor nivel? Por su dinámica, el entorno y el objetivo del ascenso.

—Esté en Segunda o Primera el Zaragoza es un club ideal para cualquier futbolista. En un equipo así la motivación tiene que ser máxima porque pelea siempre por objetivos claros, este año por subir. Son muchos años sufriendo y luchando donde no se merece estar y este tiene que ser el año, aunque no estamos obsesionados.

—¿Qué le dicen la cabeza y el corazón sobre las opciones de ascenso a Primera?

—Esta es una categoría en la que en cada partido no sabes lo que va a pasar y hay días en los que salen las cosas mejor o peor. No podemos pensar qué pasará en cinco semanas o seis y sí en cada domingo. Ante el Racing no estuvimos bien, pero sacamos un punto y eso nos tiene que reforzar, pero hay partidos en los que las piernas no dan y tienes que jugar con el corazón, por amor propio. Miras a la gente y cómo está volcada y debes jugar por ellos, por la familia.

—¿Qué tiene el Real Zaragoza que no posean otros candidatos al ascenso?

—No sé el resto, pero aquí hay jugadores con un nivel muy alto y también en el apartado humano. Eso destaca sobre el resto. Fue algo que me dejaron muy claro desde el primer día, que todos miran por el mismo objetivo, y me han acogido como si les conociera desde hace mucho.

—Es una constante entre los jugadores, todos resaltan el gran vestuario que hay.

—Para dar un paso y venir aquí miré también el lado personal. Me gusta transmitir buen rollo, estar alegre y Carlos (Vigaray), Dani (Torres) y Víctor (Fernández) me dijeron que era un grupo increíble y eso a los dos días se ve. Hay gente muy humilde y trabajadora y eso nos va a llevar al éxito.

—Usted es de los futbolistas que siempre habla sin tapujos del objetivo del ascenso y a veces es una palabra difícil de mencionar.

—Claro que cuesta decirla, pero el objetivo es ese, no hay que engañarse. Estamos segundos, a tres puntos del líder y con cinco de ventaja con el tercero. Vamos a ser cautos y humildes, pero hay que ser realistas. Con el equipo que veo el objetivo es el ascenso y vine aquí por ello. No se me pasa por la cabeza irme sin el ascenso.

—¿Y ha pensado la que se puede liar en Zaragoza si se logra retornar a Primera?

—El otro día me decía mi madre que con lo que hemos sufrido este año con la lesión del cruzado y ahora que estoy jugando, que imagine si ascendemos. Para mí sería muy bonito y para una ciudad tan grande como Zaragoza, en la que todo el mundo está esperando eso, debe ser algo inigualable.

—¿Físicamente en qué punto está? Llega después de una lesión muy importante y de tener pocos minutos con el Alavés.

—En Miranda me encontré muy bien hasta el minuto 70 más o menos y contra el Dépor también. Tenía miedo por ver qué tal iba a estar tras tener pocos días de descanso y estuvo bien, pero contra el Racing, siendo autocrítico, me costó. El hombro me dio también algo de inseguridad y no fue un partido cómodo, pero cada día estoy mejor y creo que ya puedo jugar 90 minutos en Málaga, que además es un partido al que le tenemos muchas ganas.

—¿El encuentro del Málaga se lo toman como una especie de redención del flojo encuentro en Santander o como una oportunidad para dar un golpe sobre la mesa?

—No sé qué pensarán mis compañeros, pero yo creo que ganar en Málaga supondría dar un paso muy importante. Es un partido muy difícil, pero estamos capacitados para vencer allí.

—¿Cuánto le falta para ver de nuevo al mejor Burgui a nivel físico y de juego?

—El otro día hablaba con el míster y me dijo que estaba muy contento por cómo había venido y de cómo me encontraba en el equipo, pero que sabía que podía dar mucho más y lleva razón, aunque no es fácil porque llevo dos semanas, pocos partidos… Las mejores sensaciones llegan con minutos y resultados positivos, aunque estoy muy motivado.

—A pesar de llevar poco tiempo Víctor Fernández le ha dado una confianza que no suele ser habitual en un recién llegado, tanto por los minutos de juego como por las innumerables llamadas para su llegada.

—Fue uno de los motivos principales para venir. Tras mi primera conversación con él llegué a casa y le dije a mi familia que quería venir aquí. Es una buena persona, humilde, quiere lo mejor para el jugador y lo entiende. Sabe que no hice un buen partido en Santander, pero también que un futbolista puede tener días malos. Hace que te sientas importante y si ves que esa persona da todo por ti le tienes que recompensar.

—¿El estilo de Víctor se adapta bien al suyo?

—Sí. Siempre me decía que quería verticalidad, uno contra uno y último pase. El sistema está claro, o 4-2-3-1 o 4-3-3 y le gustan los extremos por dentro para buscar a los compañeros. A mí me gusta más el primero, porque puedes ir por dentro, por fuera y a por el uno contra uno, pero me he adaptado bien.

—Tras la lesión del cruzado mencionó que había madurado mucho y que había ciertas cosas que ahora hacía mejor. ¿En qué cambió su mentalidad?

—Por ejemplo llegaba a casa, no había jugado y me cabreaba, tomaba chocolate, Coca-Cola… cosas que no están permitidas cada día al más alto nivel. Me desmotivaba al ver que no tenía ninguna oportunidad, pero tras la lesión me di cuenta de que tienes que valorar lo que tienes, lo que has conseguido. Cuántos niños querrían estar en mi lugar… A veces no valoramos lo que tenemos y cosas así hacen que quieras más tu profesión. Los futbolistas, en ocasiones, vivimos en un mundo que no es la vida real y la lesión fue dura y difícil, pero a nivel mental me hizo muy fuerte.

—¿Una lesión así hace que cambie el estilo de juego personal o que se autolimite por cierto temor a recaer?

—No es fácil. Hubiera sido más sencillo si hubiese entrado poco a poco, pero no jugaba y ahora tengo que demostrar desde ya. El fútbol es hoy, no mañana. Pido un poco de paciencia, porque creo que puedo darle mucho a este equipo.

—No mucha gente conoce que creció jugando a fútbol sala hasta los 17 años, cuando dio el salto al fútbol, que fue muy tardío. Además tras solo un año estaba en el Real Madrid.

—Sí, mi carrera es un poco peculiar. Me he criado en la calle, con mis amigos, en un pueblo de 3.000 habitantes y piensas: ‘¿Quién se va a fijar en mí en un pueblo y más de Extremadura?’. Estuve jugando al fútbol sala hasta los 17 años y sigo haciéndolo, porque es un deporte que me encanta, pero me fui a Cáceres a jugar a fútbol, metí 30 goles en División de Honor Juvenil y ya di el paso al Real Madrid.

—¿Le costó gestionar un cambio tan brusco en su vida al pasar en poco tiempo del fútbol sala a todo un Real Madrid, donde siempre hay un foco puesto sobre su cabeza y su rendimiento?

—No fue fácil porque salí de un pueblo pequeño (Burguillos del Cerro, de ahí su nombre futbolístico) para meterme en una gran ciudad y encima me fichó el Real Madrid. Tuve la suerte de que estaba Fernando Pacheco, que me ayudó muchísimo, y también mi familia. Siempre tuve los pies en la tierra. En el Madrid muchos tenían un bolso de Louis Vuitton y yo ni sabía qué eran esas cosas, pero me adapté bien, jugué todo y me subieron al Castilla. Fue todo bien y tuve la opción de ir a Primera, pero llegó Zidane y no me dejó salir y estuve un año con él en el que me enseñó muchísimo y ya sí que fui al Espanyol, que era una oportunidad que no podía dejar escapar.

—¿Le ha llegado a sorprender la afición del Real Zaragoza?

—Es increíble. Me metí un día en Instagram, cuando salió lo del interés del Zaragoza, y tenía un montón de mensajes. Vigaray me dijo que la afición es increíble y contra el Dépor fue espectacular, los pelos de punta. Cuando estás fatigado te dan ese último aliento y me quedé impresionado.

—¿Se ve jugando con el Real Zaragoza en Primera División pronto?

—Ojalá sea ya en agosto. Vine por ese objetivo y no puedo defraudar a este gran club. Tenemos un gran grupo y una gran afición, que bastante ha sufrido ya. Todos deseamos estar en Primera División y creo que al final lo vamos a conseguir.