Es un efecto óptimo. Como esos oasis que encuentra el sediento en mitad de desierto. Son únicamente moñacos inertes. Desde la comodidad del sofá dan el pego. No para el futbolista. No se mueven, no dan calorcito, no canturrean, no hacen nada. Ese desamparo, sin ese aliento que le refuerza, que le lleva en volandas, que es espolón en su corazón, se ve sumergido en una triste y sosa nada que le rodea. Este Real Zaragoza está notando la desaparición de sus fieles como un golpe directo al estómago. Doloroso, como esas dos derrotas encajadas desde que la nueva normalidad obligó a cerrar las puertas de ruidosa y exhuberante La Romareda.

Decía José Mendi, presidente de los psicólogos deportivos de Aragón, en un análisis estupendo de cómo afecta este silencio a nivel psicológico realizado en este diario, que el jugador debe asumir esta situación, encontrar la motivación en su interior y no tanto en lo que no está. No la están hallando los zaragocistas. Sin ese ‘olé maños’, sin ese ‘volveremos a Primera’, al Zaragoza se le han escapado seis puntos primordiales que no definitivos. La derrota sin avisar con el Alcorcón se repitió ayer con más pena por ser contra un rival directo como el Almería, que se acerca ahora a dos puntos de la caza.

Tendencia

Seis partidos de Liga. Esa era la racha que el equipo de Víctor Fernández llevaba sin perder ante su afición hasta que se decretó el estado de alarma y se paró la Liga y la vida. La fortaleza en su feudo, donde sólo almacenaba tres derrotas (Cádiz, Mirandés y Albacete) y cuatro empates (Lugo, Málaga, Girona y Fuenlabrada), se estaba convirtiendo en un seguro para el convencimiento de que este año va a ser el del ascenso. Ese cemento era el pilar más poderoso para sostener la verosimilitud del objetivo.

La Liga SmartBank, la Segunda de toda la vida, no era, por genética y tradición, la más coherente para apuestas seguras. Ahora está encerrada directamente en un frenopático. Es una auténtica locura. La tendencia que azota los sueños del Real Zaragoza son generales a toda la Liga. Solo hay que revisar los resultados que se han dado en estas tres jornadas incompletas. Por ejemplo, los del propio Almería, que gana fuera lo que pierde en casa.

Hasta el momento sólo se han visto seis partidos con victorias para los dueños del campo. Es decir, parece que es más fácil puntuar en la carretera y que jugar sin público si se nota. Nueve empates y once triunfos a domicilio refuerzan esta nueva teoría, donde también se contempla la alegría que el Zaragoza se llevó del Anxo Carro (1-3).

Lo que queda

Quedan descontar aún cuatro partidos en esta extrañeza. La secuencia de los que quedan por pasar es esta. Huesca, Rayo Vallecano, Oviedo y Ponferradina aún tienen que pasearse por el césped de esta Romareda vacía. Es casi un alivio pensar que el próximo se jugará fuera, en Almendralejo y contra el Extremadura. Porque luego tendrán que volver a ese silencio ante otro rival directísimo por la pelea en Primera, el Huesca. Deberán acostumbrarse a saber que están solos, aunque saben que no lo están. Que detrás están ellos, ese zaragocismo que empujará desde donde sea. Y esos no son muñacos.