Los catorce puntos de 21 posibles que ha sumado el Real Zaragoza con Juan Ignacio Martínez suponen un gran botín, una revitalización extraordinaria de aquel equipo mortecino, derrumbado moralmente, que tomó el técnico alicantino tras 15 partidos de Liga y una sola victoria, con seis puntos de 45 posibles, una racha que solo llevaba de forma directa al abismo de la Segunda B. Entonces, para afrontar la jornada 19 y la visita del Lugo a La Romareda, el Zaragoza era penúltimo clasificado y solo tenía 13 puntos, con una victoria por alineación indebida en Alcorcón, y nadaba a cuatro de la permanencia.

Ahora, el Zaragoza está fuera del pozo, así terminará seguro la jornada después del empate este sábado del Cartagena ante el Rayo, y lleva una magnífica dinámica para lograr la salvación. De forma holgada y sin sufrir, además, si es capaz de mantener la velocidad de crucero. Hasta si la reduce un poco la logrará. Por exponerlo claramente, ha sumado con JIM dos de cada tres puntos en juego en los siete encuentros con el preparador alicantino, en los que solo en Albacete no incorporó valor en la mochila clasificatoria.

Si es capaz de mantener esa línea en las 17 citas que restan sumaría 34 puntos de 51 posibles y se iría hasta los 61, una permanencia más que sobrada (la línea se traza en el entorno de los 50), una situación en la zona media de la clasificación y hasta no demasiado lejos del 'playoff' de ascenso.

No va a ser fácil, nada fácil, que el Zaragoza mantenga ese ritmo, sobre todo en el tramo final de la Liga, donde el calendario se empina ante rivales poderosos, de los que están luchando por subir. Sin embargo, ahora está aprovechando una zona repleta de enemigos directos con la mejoría futbolística del equipo, en consistencia atrás, en competitividad y en generación de fútbol, sobre todo, y algo menos en pólvora ofensiva, aunque también ahora vive más en contacto con la suerte suprema y antes le costaba un mundo generar peligro.

El Zaragoza ha superado al Lugo (1-0), al Logroñés (2-0), a la Ponferradina (1-0) y al Málaga (1-2), en su primer triunfo viajero, empató en Sabadell y Cartagena, ambos por 1-1, y perdió de forma más que injusta en Albacete por la mínima. En todos los partidos, en los siete, ha hecho méritos para ganar. Quizá en el que menos ante la Ponferradina en La Romareda, el encuentro más gris de los que ha tenido con JIM, y lo hizo, pero ante el Cartagena o el Sabadell mereció más que unas tablas, por no hablar de lo vivido en el Carlos Belmonte con aquel estrambótico penalti de Ávalos Barrera y hasta cuatro tiros al palo.

En esos siete partidos, el Zaragoza ha anotado ocho goles (1,14 de promedio). Narváez ha hecho dos dianas, ambas de penalti, Iván Azón marcó una y la segunda línea y la defensa están aportando, con los tantos de Bermejo, James, Vigaray, Chavarría y Jair. Una buena señal que aumente la comunidad del gol, sobre todo cuando los delanteros, la mayoría de los que tiene el Zaragoza, están tan secos. Hasta la llegada de JIM, el equipo llevaba 10 tantos sobre el césped (tres en los despachos) para firmar un promedio terrible de 0,55 por encuentro en 18 jornadas. Es decir, con el nuevo entrenador la pólvora se ha duplicado, aunque estaba a un nivel tan bajo que no era difícil mejorarlo y eso también ha llegado por un avance en disciplinas vitales, como la estrategia, ya que 3 de esos 8 goles han nacido en la pizarra, ante el Cartagena (Iván Azón) y el Málaga (Vigaray) de falta y frente al Sabadell (Jair) de saque de esquina.

El valor del punto

Es más notorio aún el cambio en la consistencia. El Zaragoza llevaba 20 goles en 18 citas ligueras cuando aterrizó JIM, lo que hacía una media de 1,1 por partido. Ahora, solo ha encajado 4 en 7 duelos (0,57), dos de ellos de penalti, el inocente cometido por Pep Chavarría en la Nova Creu Alta que transformó Stoichkov y el que se inventó el árbitro en Albacete que convirtió Fuster. Además, Luis Muñoz, de un estupendo zapatazo en Málaga, y un cabezazo de Andújar tras un saque de falta en Cartagena completan esa nómina de 4 goles encajados, muy pocos, con una sustancial mejora en la concentración atrás, con un nivel excelso de Jair y Francés en el eje y el crecimiento de Vigaray en el lateral y con claros avances en las últimas semanas en la defensa del balón parado, que tantos dolores de cabeza ha generado este curso y al que JIM está encontrando antídoto.

Tras el partido en Sabadell, con la amargura por el penalti fallado por Juanjo Narváez tras igualar el equipo local de pena máxima, el punto tenía un sabor más agrio que dulce en el vestuario zaragocista. Pero no tardó en imponerse la teoría del valor de ese empate, de seguir sumando, de continuar con una trayectoria magnífica que hay que hacer mejor en la visita a La Romareda del Alcorcón el lunes 22, colista y otro rival directo en la pelea por no bajar, una batalla en la que el Zaragoza ha puesto la directa y ha tomado una clara dinámica de salvación.