La crueldad en los últimos años encontró un resort en Zaragoza y pocas veces se marchaba de vacaciones y daba un ligero respiro al equipo aragonés. Demasiados golpes, muchos de ellos tremendamente injustos, pero la moneda parece que está empezando a caer de cara. Y esa cara sonríe de forma cómplice.

Parece que algo está cambiando, que en esta campaña los partidos que pueden inclinarse hacia un lado u otro lo hacen hacia el Real Zaragoza. El conjunto aragonés cuajó un partido de mínimos en la primera mitad, una oda a la nada, al más puro aburrimiento, como Las Palmas, pero en la segunda mitad se animó y pudo ganar tanto como perder, pero se llevó tres puntos de oro a casa.

Hasta aquí parece que sea suerte, ese concepto al que se le echa la culpa de los males y las alegrías sin motivo aparente, pero detrás de esa pizca de fortuna hay cambios, porque la suerte es tan solo para el que la necesita. Hay que atraerla y el Zaragoza hace muchas cosas bien, empezando por una noción que Víctor Fernández ha inculcado a sus jugadores desde el primer día y que va más allá de lo puramente táctico o futbolístico: el Real Zaragoza compite. Lo hace arriba, en el medio y atrás y eso acerca a las victorias. El entrenador aragonés lo repite constantemente porque cree en ello, porque su equipo lo demuestra.

Esa competitividad, que encarna como nadie Luis Suárez, es una mina de oro. Cuando peor estaba el equipo aragonés, cuando más apretaba Las Palmas y en su casa y más le costaba al Real Zaragoza hilvanar jugadas, cuidar y mimar la pelota, pugnó un balón de los que se dan por perdidos y provocó el penalti decisivo.

Otra vez fue resolutivo el colombiano, una buena costumbre. Hizo un partido de grises más bien oscuros, sufrió con los pocos balones surtidos al espacio, le costó generar huecos para arrancar en zancada y no le llegaron situaciones francas de remate. Pasó casi de puntillas, pero logró que Mantovani le derribase en otra demostración de garra y corazón. Luego Ros la puso en la escuadra dejando atrás en el tiempo el maleficio con las penas máximas. Algo está cambiando.

Ese espíritu también es una muestra más de la solidez que está adquiriendo el Zaragoza, absolutamente imprescindible en una categoría como la Segunda División. Mantiene el equipo una estructura defensiva ordenada, segura y fiable, tanto que Las Palmas tuvo tan solo dos ocasiones de mucho peligro en un cabezazo de Kirian y una rosca centrada de Pedri delante de Cristian. Se ha ganado en solidez y eso también da puntos.

Además, tiene oficio. Una vez tras otra reclamaba Víctor Fernández, con especial ahínco el curso pasado, más picardía e inteligencia para gestionar los diferentes momentos del partido. El peor tramo del duelo, el de más agobio, fue solventado con relativa rapidez y en los minutos finales el Zaragoza impidió jugar a Las Palmas. Fue listo a la hora de tirar las contras, supo sacar faltas, no cometer infracciones innecesarias y limitar los balones laterales, errores recurrentes que tientan al gol contrario. Todos esos ingredientes se están traduciendo en victorias y están arraigados en el equipo. Corazón, competitividad, oficio y fútbol. El resto vendrá solo.