El partido resultó una broma pero por lo menos hizo feliz a Marc Gual, autor de los tres goles con la complicidad de una defensa a la que el Real Zaragoza debería entregar alguna insignia de agradecimiento. En un encuentro indigno, muy propio de dos equipos en paños menores por Segunda, el conjunto aragonés logró tres puntos que aumentan mucho su distancia con la zona de peligro pero para nada dignifican al equipo y mucho menos a este deporte. Los andaluces mantuvieron el tipo y la alegría hasta que Luis Muñoz, uno de sus laterales, cometió un error grotesco. A partir de ese instante se descompusieron por completo y Gual se dio un festín que por lo menos servirá para elevar su autoestima. La suya en exclusiva porque el resto de sus compañeros, a excepción de detalles de Nieto, Biel y de un majestuoso Cristian Álvarez, dieron un nivel raquítico.

Este Real Zaragoza calamitoso incluso con un triunfo tan amplio está para lo justo, para acabar la temporada sufriendo en el campo y lo menos posible en la clasificación. En el Nuevo Arcángel pudo con el Córdoba cuando el colista se inmoló, no antes. Víctor Fernández juntó esta vez a Marc Gual y a Álvaro Vázquez en ataque pero solo el primero estuvo vivo para aprovechar los fallos y para definir con cierta finura. El equipo aragonés vagabundeó antes del harakiri local, en no pocas ocasiones sometido por contragolpes casi siempre pilotados por De las Cuevas y Andrés Martín, un futbolista de altos vuelos muy desasistido en ese ecosistema decadente. Hubo capítulos bochornosos, de pérdidas continuadas y no forzadas de balones por parte de Ros y Eguaras, incapaces de conducir al Real Zaragoza hacia algo razonable. La demencia del juego, propiciada por unos y otros, produjo una histeria colectiva, trufada además con pases profundos de Verdasca que le volvieron a retratar técnicamente. Hasta Víctor Fernández mostró su enfado con los golpeos indefinibles del central.

Soro se lesionó al convertir en dividido un balón que tenía controlado. En la pelea por recuperarlo, el tobillo se le torció. Dice mucho esa jugada del partido: un futbolista de su calidad roto en un gesto de imprecisión, fruto sin duda del contagio. La entrada de Guti en su lugar provocó un sobrepeso en la medular con demasiado jornalero. Lento, sin ideas y aburrido hasta desencajar la mandíbula de bostezos, el Real Zaragoza vivió con apuros y escenas de pánico las valientes pero ingenuas acometidas del Córdoba. Siempre protegido por Cristian, quien antes y después protagonizó paradas de otro mundo. Marvel debería contratarlo.

Cuando todo transcurría sin que ocurriera nada importante, el Córdoba se desmayó. Y Gual, que andaba por las ramas, empezó a recoger manzanas, regalos de todos los colores, sin desperdiciar uno solo. Regateó a Lavín y sacó dos disparos certeros tras orientarse como un buen delantero centro. Tres goles tres hizo el punta. Fue el más vivo entre los muertos.