Se levantó, colocó la silla, abrió la puerta y se marchó. Todo había acabado. Habían sido diez minutos eternos, sobre todo los primeros, en los que la emoción anudó su garganta hasta el punto de amenazar con ahogar su discurso. La batalla fue dura incluso para un guerrero con la piel tan curtida como la suya. Pero el adiós no respeta nada. Ni siquiera los valientes están libres del llanto. Él aguantó el tipo. Pronunció su emotivo discurso, respondió las pertinentes preguntas, recogió el cuadro que poco antes le había regalado el club junto a un vídeo con sus goles y salió. «Aquí acaba mi carrera». Toquero dejaba el fútbol. O el fútbol dejaba a Toquero, maltratado por una lesión de rodilla. Se acabó.

Pero, antes del final, el vitoriano tenía una cita con el campo de batalla, escenario de goles, emociones y lamentos. Junto a su familia, pisó por última vez La Romareda. «He intentado volver mil veces, pero ha sido imposible», había admitido poco antes.

No faltó casi nadie. La inmensa mayoría de sus compañeros, el presidente, el director general, el director deportivo, y dos compañeros inseparables durante estos meses de calvario, el preparador físico Javier Chocarro y el recuperador Andrés Ubieto, testigos de excepción del sufrimiento de un futbolista sin fútbol. Todos ellos abarrotaban una sala de prensa convertida en escenario de una despedida envuelta en agradecimientos. «Doy las gracias a mis compañeros y a todos los que habéis hecho algo más fáciles estos días. Por supuesto, a todo el Real Zaragoza, a la clínica UCA de Vitoria por haber hecho todo lo que estaba en su mano, y a todos los equipos en los que he estado».

HISTORIA DE un ADIÓS // El comienzo del final fue hace cerca de un año. Aquel gol de Diamanka había puesto el punto final a los sueños. Toquero, titular en la vuelta de la primera eliminatoria de la promoción de ascenso, había sido sustituido en el minuto 63, todavía con 0-0 en el marcador. No lo sabía, pero acababa de escuchar la penúltima ovación de su carrera. La última se la brindó ayer el fútbol.

El delantero pasó por el quirófano para solventar unas incesantes molestias de rodilla, pero la operación reveló lo inesperado. «En principio iba a ser un mes y medio de baja, pero cuando subió el doctor a la habitación me dijo que tenía una lesión más grave, con úlceras en el fémur y la tibia. Era consciente del mal pronóstico pero creía que podía seguir jugando». Toquero lo intentó con todas sus fuerzas. Hasta que, a los cinco meses, volvieron los sudores fríos. «Intentaba hacer giros y me daba cuenta de que algo iba mal. Tenía un edema óseo otra vez y los médicos ya me dijeron que iba a ser difícil», recuerda el vasco, que, sin embargo, afirma que no fue hasta hace «pocas semanas» cuando asumió que todo había acabado. «No me daban solución».

Atrás queda una carrera plagada de goles, esfuerzo y compromiso culminada en Bilbao, Vitoria y Zaragoza, donde no ha podido contribuir al ascenso. «Me voy con la conciencia tranquila por haber ayudado en lo que he podido, pero con esa espina», reconoce Toquero, que asegura que «no cambiaría nada» salvo haber podido despedirse en el campo. «He disfrutado mucho y la gente también, Me he sentido querido. Hay 2.000 jugadores mejores que yo en mi puesto, pero cuando la gente ve que lo das todo y defiendes sus colores como su fueras de la tierra, lo agradece», indicó.

Toquero deja el fútbol, aunque no del todo. Será agente. «Ya he tenido bastante presión. Ahora veré el fútbol desde otro lado».